"Sin el perdón de Patricia no estaría vivo": el padre del 'Pescaíto' desvela su dolor
Ángel Cruz se sincera en Telecinco sobre el crimen de Gabriel y la herida que le dejó la traición de Ana Julia Quezada
La pareja de Ana Julia declara tras meses de silencio por las amenazas a Patricia Ramírez
«Para mí, sobre todo en este proceso, lo que ha sido muy importante ha sido que Patricia me haya perdonado. El perdón de Patricia es lo que a mí me permite levantar la cabeza y convencerme a mí mismo de que yo no era culpable y de que no pude hacer nada para evitarlo. Sin el perdón de ella todo hubiese sido muy difícil para mí, muy complicado».
Con estas palabras, Ángel Cruz, padre de Gabriel Cruz, se ha confesado en el programa El tiempo justo, de Telecinco, presentado por Joaquín Prats. Siete años después del asesinato de su hijo, conocido como el 'Pescaíto', a manos de Ana Julia Quezada, entonces su pareja sentimental, Ángel ha roto su silencio en una entrevista que muestra el dolor, la culpa, la fe y la dignidad con las que ha vivido desde 2018.
Un padre roto que busca el perdón
«El ritmo natural de la vida es que los padres vamos muriendo antes que los hijos. Cuando eso se rompe y un hijo se marcha antes que un padre, para eso no estamos preparados», ha explicado. «El dolor y el trauma y todo lo que se te va. Se te va tu hijo y se te va tu felicidad. Luego cuesta mucho trabajo, poco a poco, intentar volver a recuperar la ilusión en la vida porque tienes que seguir viviendo».
Asegura que en esos días oscuros llegó a perder toda esperanza: «Di muchas vueltas a mi cabeza para ver qué podía haber hecho para haber evitado eso. Empiezas a darle vueltas a todo y a ver si podía haber visto algo en la conducta de la asesina de Gabriel que me hubiese dado algún indicio de que ella podía ser mala persona o de que podía no querer a Gabriel o de que podía hacer algo así. Pero no, por más vueltas que le das a la cabeza no encuentras nada y sigues buscando para tener algo a lo que agarrarte para culparte tú más aún todavía».
Ese sentimiento de culpa, dice, le perseguía: «Te queda un sentimiento de culpabilidad porque ella era mi pareja, porque yo tendría que haberla conocido mejor».
La importancia del apoyo psicológico
La psicoterapia fue un punto de inflexión: «La primera vez que vi a la psicóloga, el trato que yo le di no fue bueno. Se presentó y yo le dije, mira, es que yo no tengo ningún problema. Le pregunté: ¿Tú me puedes devolver a mi hijo? Me dijo que no. Le dije: Entonces lárgate. Eso es lo único que necesito y eso es lo único que a mí me ocurre. Estaba muy equivocado. Había muchísimas cosas que trabajar y gracias a ella hoy puedo decir que me encuentro mejor».
La fe también le sostuvo: «Siempre he sido una persona creyente, pero no mucho. Y a raíz de la pérdida de Gabriel no podía aceptar que todo había terminado para mi hijo con ocho años. Su pérdida me acercó mucho más a Dios. Hoy en día estoy convencido de que no ha terminado todo para él, que nos volveremos a encontrar. Y todo eso te va dando fuerzas para poder continuar cada día».
El amor más grande y la traición
El amor paterno ocupa el centro de su relato: «Cualquier padre, la persona a la que más ama del mundo es a su hijo. Y no hay otro amor en la vida como el de un hijo. Ni el de una pareja, ni siquiera el de tus padres. No hay nada igual, es el amor más grande, el amor más puro».
La confianza que depositó en Ana Julia marcó el desarrollo de la búsqueda: «Cuando la Guardia Civil me informa de que es una de las principales sospechosas, eso para mí es un alivio, porque yo estoy convencido de que si ella tiene algo que ver, Gabriel no va a estar mal. Que lo estaba cuidando. Que ella le tendría que estar diciendo a la persona que lo tenía en algún sitio que a Gabriel no le podía ocurrir nada. En mi cabeza me hago mis películas y pienso que alguien la tiene que estar extorsionando a ella y le está pidiendo dinero, y que ella está haciendo todo esto para conseguir dinero».
«Pasé de tener mucho miedo porque no sabía dónde estaba mi hijo o qué le podía estar ocurriendo a mi hijo, a tener una sensación de tranquilidad por saber que alguien en quien yo confiaba era quien estaba relacionado con su desaparición», ha añadido.
Pero la traición fue demoledora: «Aparte de la pérdida, que es el sentimiento más fuerte que tienes, tienes también el sentimiento de la traición. El sentimiento de la pérdida de Gabriel es un sentimiento de tristeza, pero no de veneno. Tú no te envenenas por dentro. El de la traición y el de ver que había sido ella, sí. Ese sí que me daba ganas de matarla, de hacerle daño».
La búsqueda vecinal y la fuerza de Patricia
Ha recordado cómo organizó registros vecinales: «Automáticamente yo me subo a Campohermoso y organizo con toda la gente una búsqueda de Gabriel por todos los cortijos, por todas las zonas de invernaderos. Y la verdad que no estoy orgulloso de aquello, pero también les digo que me daba exactamente igual. No le íbamos a hacer daño a nadie, pero sí que se entró en las casas echando puertas abajo. Si no te querían abrir la puerta, la puerta se echaba abajo y se entraba. Y se comprobaba si Gabriel estaba ahí o no estaba ahí».
El punto de inflexión llegó al descubrir contradicciones en la versión de Ana Julia: «Yo pensaba que cuando Gabriel se marcha, ella está dentro de un porche que tiene la casa de mi madre. Y no, no, ella estaba fuera en la calle. Y le dije, pues si tú estabas fuera en la calle, tuviste que ver si pasó alguna furgoneta o no. Y me dijo que no pasó nadie. Y le digo, entonces me has hecho que casi matemos a gente en Campohermoso buscando a Gabriel cuando tú sabías que no había pasado nadie. Porque yo me di cuenta que ahí ella no me estaba diciendo la verdad».
En su relato, Cruz ha reconocido la dignidad de Patricia Ramírez, madre del niño: «Estoy muy orgulloso de ella, de su labor, de todo lo que está haciendo y de cómo está defendiendo a Gabriel en todos los sitios, en todas las instituciones».
Ha admitido que sin su exmujer no habría podido salir adelante: «Es verdad que Patricia es la que hace una labor muy importante y yo la apoyo en todo, pero sí es verdad que yo, por ejemplo, tengo menos fuerzas para estar en los medios, para muchas veces seguir luchando. Ella se ha plantado en el Senado, se ha plantado en la puerta de la Junta de Andalucía para recoger muestras, se ha plantado en muchos sitios que yo, a pesar de tener el dolor muy grande también, no me encontraba con la fuerza o con el desgaste al que te somete esa exposición pública».
El recuerdo de Gabriel le acompaña en objetos cotidianos: «Lleva un pececito Nemo y a su padre tatuado en el antebrazo. Lleva una fotografía permanentemente de Gabriel encima y un osito de peluche, un peluchito que era de Gabriel».
Y concluye con una enseñanza aprendida en estos ocho años: «Lloro todos los días, pero he aprendido a llorar en privado, pausado, calmado. No me olvido nunca de mi hijo».
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