Almería

Un premio a (y de) Manuel López Muñoz

  • El pasado 6 de mayo la UAL concedió un más que merecido reconocimiento al profesor Manuel López Muñoz por su reciente premio Nacional por la Sociedad de Estudios Latinos

Un premio a (y de) Manuel López Muñoz

Un premio a (y de) Manuel López Muñoz / D.A.

El pasado viernes, 6 de mayo, el Profesor Manuel López Muñoz recibió en la UAL el premio Nacional “Promotor de los estudios latinos” en la edición correspondiente a 2022. Concedido por la Sociedad de Estudios Latinos, López Muñoz lo recogió en su casa, en la Sala Bioclimática del edificio A de la UAL, rodeado de una nutrida representación de personalidades llegadas de distintos puntos del país, junto con miembros de nuestra comunidad universitaria y, cómo no, de esa sociedad almerienses en la que desde el principio se integró. El propio rector Carmelo Rodríguez Torreblanca presidió el acto, acompañado por el decano de la Facultad de Humanidades, Rafael Quirosa-Cheyrouze, y por el latinista José María Maestre, presidente de la asociación que concedía la distinción.

Se trata de un reconocimiento —merecidísimo— a una profunda y constante trayectoria que parte de los estudios latinos, pero que se proyecta al conjunto de las humanidades y del conocimiento en general.  Si se me permite la expresión, López Muñoz es a partir de un latinista en lo que, por otra parte, constituye una de las constantes del trabajo científico ejemplar. Su asombro por el mundo partió de su interés por nuestra lengua madre. Solo que, a fin de cuentas, la adjetivación en el caso del asombro es coyuntural porque, necesariamente, termina proyectándose al resto de la vida humana. Por eso, los realmente grandes en el mundo científico terminan rebosando sus marcos disciplinares para proyectar sus inquietudes en otros campos, llenos de sugerencias ineludibles para una mente inquieta. Einstein fue el autor de un aportación tan crucial a la física del siglo XX como su conocidísima Teoría de la Relatividad. Aunque, como señaló Hans Reichenbach, también fue un “filósofo por implicación”. Su crucial contribución disciplinar no le impidió escribir El mundo como yo lo veo, una profunda reflexión sobre la condición humana. Sería complicado decidir si Bertrand Russell fue más matemático que lógico, o más lógico que filósofo, aunque al final recibiera el Nobel de Literatura. López Muñoz es de esa selectísima estirpe de científicos, cuya ciencia arranca de un dominio disciplina, aunque finalmente se proyecta a todo el campo del conocimiento. Eso lo sitúa en condición privilegiada para acometer una tarea necesaria, a la vez que delicada. El diálogo interdisciplinar es una frontera en la que se lleva perseverando de un tiempo a esta parte. Pero también constituye una respuesta a una sociedad progresivamente más compleja que requiere de una epistemología y una praxis científica que esté en consonancia con ello. Hacer acopio de saberes ajenos, sin renunciar a las preocupaciones esenciales de los propios, supone una singular capacidad de equilibrio científico e intelectual. Hay una fina y sutilísima frontera que separa el diletantismo de la excepcionalidad. A través de ella se ha movido López Muñoz con exquisita solvencia, invariablemente desde la orilla de la excelencia, siempre constructivo. Sin renunciar a la latinidad, ha sabido trabajar en ella desde las últimas fronteras teóricas, metodológicas e instrumentales de las disciplinas humanísticas, dando coherencia y fundamento a saberes y destrezas de procedencia diversa. Por eso ha sido capaz de introducir la informática en los estudios latinos, de aplicarles la pragmalingüística o, entre muchas otras cosas, de recurrir a la venerada retórica clásica para dar luz a casuística actuales, empezando por el mundo del derecho. De manera que, en efecto, la neolatinidad no podía encontrar mejor adalid, como de hecho lo viene siendo desde hace décadas. Pero creo necesario subrayar que los otros componentes de esos diálogos interdisciplinares promovidos por López Muñoz también se han visto también igualmente beneficiados por sus aportaciones.

Se trata de un más que merecido reconocimiento al conjunto en general de las humanidades

El investigador brillante e infatigable, en todo caso, no podía obviar otras facetas de la trayectoria académica del premiado. Quienes intervinieron en el acto subrayaron con justeza su disposición para enfrentarse a la siempre farragosa administración universitaria. Escrupuloso, recto,  firme cuando lo ha requerido la ocasión, invariablemente educado y afable, Manuel López Muñoz ha sido un gestor de referencia en la UAL. Más aún, quien escribe estas líneas solo conoce dos profesores que han sido capaces de ejercer al máximo nivel sus cargos, sin que se resienta en absoluto una producción científica de excelencia: José Romera Castillo en la sede central de la UNED, y Manuel López Muñoz en la UAL; palabras más que mayores.

Esa capacidad para simultanear tareas, todas ellas ejecutadas de manera sistemáticamente ejemplar, le ha permitido ser también un docente capaz de combinar el rigor con la brillantez expositiva, un auténtico estímulo para sus estudiantes. Eso se subrayó igualmente durante el acto en la UAL, aunque yo mismo puedo aportar mi propio testimonio. En mi curso de Historia de la Lingüística, un recorrido por las preocupaciones humanas hacia el lenguaje desde Mesopotamia a nuestros días, al llegar a la Latinidad solía pedir ayuda a mi colega Manuel. Era, desde luego, una petición retórica, porque de antemano conocía sobradamente que la respuesta iba a ser afirmativa. Y, en efecto, en el día fijado aparecía el profesor López Muñoz, con puntualidad británica y su indispensable sonrisa, para dejarnos a todos impresionados con sus explicaciones, a mi alumnado y a su profesor. Una sola clase suya bastaba para sanarnos a todos.

También se recordó su faceta como periodista, precisamente en esta casa. Para mí ha sido muy gratificante que no pasara desapercibida ese otro componente de la riquísima personalidad de Manuel, no solo como compañero en lides periodísticas, sino como lector empedernido de su Manuscrito. Me he despertado los viernes ávido por leer su columna semanal en el Diario de Almería, para disfrutar de su visión aguda de la realidad, de su elegante perspectiva crítica, de su capacidad para enfrentarse al presente y vincularlo, sin estridencia ni impostaciones, a la antigüedad clásica.

Por su puesto, no cayó en el olvido el factor humano. Toda esa encomiable trayectoria solo se podía sustentar en una humanidad superlativa, justo por esencial e intensa. En las coyunturas delicadas y en la cotidianidad más humilde, en los problemas que parecen irresolubles y en los momentos distendidos, cuando se necesita un buen consejo, o una palmada en la espalda, o un hombro al que acercarse, o una mirada que te permita encontrar lo que ni tú mismo sabías que tenías. Allí, invariablemente, estaba la generosa humanidad de Manolo.

El pasado 6 de mayo se recordó todo eso en un premio concedido a Manuel López Muñoz; hace tres décadas recibimos el premio de Manuel López Muñoz con su inclusión en el claustro de nuestra universidad. De manera que la UAL abrió sus brazos para que uno de los suyos fuera reconocido en casa, como merecía. Me parece una iniciativa justa, perfecta.

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