¿Puede salir Jonathan Moya de la cárcel en un permiso?
Se han cumplido doce años del atroz asesinato de la bebé Miriam
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Doce años se han cumplido esta Navidad del brutal crimen que mantuvo con el alma en un puño a todos los almerienses, el asesinato de la bebé Miriam. El autor, Jonathan Moya, fue condenado tres años después por la Audiencia Provincial de Almería a 23 años y siete meses de prisión. Un jurado popular consideró probado, por unanimidad, que Jonathan Moya raptó y asesinó a la bebé onubense en la Navidad de 2012 golpeándola “con fuerza y en repetidas ocasiones” en la cabeza “con un objeto contundente y plano” y, lejos de auxiliarla, envolviéndola, una vez estaba en estado comatoso, “en film transparente con el propósito de asfixiarla” para después arrojar su cuerpo, en el interior de una bolsa de deporte con piedras, a una balsa de riego.
Pasado este tiempo, y con la mitad de la condena a la vuelta de la esquina, la pregunta es evidente: ¿Puede disfrutar de algún permiso que le permita salir de la cárcel? A priori, la posibilidad existe... Aunque a Moya no sólo se le impuso la pena de 18 años de cárcel por un delito de asesinato con alevosía, y cinco años y siete meses de prisión por un delito de detención ilegal del subtipo agravado tipificado en el artículo 163 del Código Penal. También fue condenado, en otro juicio diferente, a siete años de prisión por la violación de Gemma Cuerda, la madre de la pequeña, y arrastra un rosario de condenas menores por estafas y apropiaciones indebidas.
Por lo tanto, la respuesta no es tan sencilla. Y tampoco lo sabe la propia familia de la bebé Miriam, tal y como reconocía este viernes en el programa 'Hoy en día' de Canal Sur su abuela, Conchi Rodríguez. "Nosotros nos hemos puesto a hacer cuentas, a pensar en que de aquí a nada saldrá", apuntaba a la periodista Toñi Moreno. Claro que Gemma, su hija y madre de Miriam, tiene a su favor una orden de alejamiento con una vigencia de 40 años, lo que debería garantizar que sea alertada de cualquier posible salida de Moya a la calle, en caso de ser aprobada por el juzgado de vigilancia penitenciaria. Es la esperanza de una mujer que está "intentando rehacer su vida", que incluso se ha casado y tiene otra hija, María, pero que sigue "luchando" sin poder dejar de acudir a psicólogos y pisquiatras. "Necesita ser escuchada. Por su cabeza pasan muchas cosas, necesita tratamiento", admitía en esta entrevista televisiva Conchi Rodríguez.
Fue el 20 de diciembre de 2012, a las 20:00 horas, cuando la Guardia Civil de Gérgal recepcionaba la denuncia de una mujer que indicaba que un joven de 28 años, identificado como Juan (nombre falso con el que se dio a conocer a la mujer), había secuestrado a su hija de apenas 16 meses de vida.
El 27 de diciembre se conoció el fatal desenlace, cuando los agentes descubrieron el cadáver de la pequeña en el interior de una bolsa de deporte hundida en una balsa de riego de Abrucena. La tristeza fue extrema para la familia de la pequeña, y también para la provincia de Almería, por ser el escenario de semejante brutalidad, así como para la de Huelva, donde vivía la menor con su madre, Gemma Cuerda, en la localidad de Palma del Condado.
El delincuente, que se mantuvo escondido en un cortijo de la zona de las autoridades policiales y del dispositivo de búsqueda que se organizó por la sierra de Abrucena, fue finalmente detenido y casi tres años más tarde (2015), condenado por la Audiencia Provincial de Almería a 23 años y siete meses de prisión. Un jurado popular consideró probado, por unanimidad, que Jonathan Moya raptó y asesinó a la bebé onubense en la Navidad de 2012 golpeándola “con fuerza y en repetidas ocasiones” en la cabeza “con un objeto contundente y plano” y, lejos de auxiliarla, envolviéndola, una vez estaba en estado comatoso, “en film transparente con el propósito de asfixiarla” para después arrojar su cuerpo, en el interior de una bolsa de deporte con piedras, a una balsa de riego. El magistrado presidente del tribunal de jurado le impuso la pena de 18 años de cárcel por un delito de asesinato con alevosía, y cinco años y siete meses de prisión por un delito de detención ilegal del subtipo agravado tipificado en el artículo 163 del Código Penal.
La sentencia fijó, asimismo, la responsabilidad civil en 300.000 euros, cuantía que debía abonar a la madre de la pequeña, a la que no podrá acercarse a menos de 500 metros durante un periodo de 43 años. Cabe recordar, no obstante, que la defensa pidió que se declarase a su patrocinado insolvente.
El magistrado Luis Durbán, dada la “particular gravedad” de los hechos, estableció que no se concediera al acusado el tercer grado hasta el cumplimiento de, al menos, la mitad de la pena impuesta. El tercer grado se aplica a los internos que, por sus circunstancias personales y penitenciarias, están capacitados para llevar a cabo un régimen de vida en semilibertad. Se aproxima a la libertad plena, y da lugar a que el penado, generalmente, pase a cumplir condena en un centro de régimen abierto.
Moya ingresó de forma preventiva en la Prisión Provincial El Acebuche y poco después, antes incluso del juicio que lo sentenciaría por ser el autor de un asesinato con alevosía, fue trasladado a la prisión de Herrera de la Mancha dada la alarma social que el caso generó entre los internos de la cárcel de Almería. Moya indicó sentirse amenazado constantemente en El Acebuche. Y, según ha podido saber Diario de Almería, de la penitenciaría de Herrera de la Mancha fue trasladado a la de Topas, en Salamanca, donde actualmente sigue cumpliendo la condena de asesinato de la bebé Miriam, además de otros delitos de estafa, detención ilegal, violación, falsedad documental y apropiación indebida, por los que también fue sentenciado. La suma de todas las condenas de Jonathan Moya le llevaría a estar privado de libertad hasta el año 2040. No obstante, el individuo podría solicitar el tercer grado desde el momento en que haya cumplido con el periodo establecido según su condena. Esto le permitiría acceder a la tan deseada libertad condicional. En este caso, será el Juez de Vigilancia Penitenciaria quien decida, llegado el caso, si se otorga el tercer grado o no, tras leer el informe elaborado por la Junta de Tratamiento Penitenciario, la cual se reúne cada seis meses para estudiar si un penado debe pasar al régimen de semilibertad.
Un malvado plan con un bebé como víctima
Los hechos se remontan a 2012 cuando acusado y madre la bebé contactaron a través de una web donde ella había puesto un anuncio y que él, desde el principio, “ocultó su verdadera identidad, identificándose con el nombre de Juan”. Además, le contó que era “un rejoneador de prestigio, con fincas de ganadería y un nivel de vida alto, datos --subraya-- que eran falsos y de los que hizo uso para ganarse su confianza”. Tras unos primeros contactos telefónicos, acordaron conocerse, por lo que el 18 de noviembre de 2012, Moya González se personó en Palma del Condado donde residía Gema y con quien estuvo conviviendo en familia durante algo más de dos semanas. En esos días, tuvo una actitud “atenta, servicial y cariñosa con Gema y con toda la familia que le acogía, y en especial, con la pequeña de apenas 16 meses”. A pesar de ello la relación entre ambos no cuajó puesto que Jonathan no se mostraba conforme con el pasado de la chica y empezó a apartarla de él y a ignorarla. Tras la ruptura definitiva, propiciada por ella, siguió viviendo en su casa durante unos días hasta que, finalmente, el 5 de diciembre tomo rumbo a Almería. A mediados de mes volvió a contactar con Gema y le pidió que viniese a la provincia “poniéndole el pretexto de que quería regalarle a su hija Miriam un traje para bautizarla y había que tomarle medidas”. El procesado insistió en que era “imprescindible” que acudiese con la pequeña a Almería pero ella se negó “porque no terminaba de confiar en él”. Fue la intermediación de su madre y abuela de la niña, con quien Jonathan Moya “había trabado amistad”, lo que la convenció, por lo que ambas se desplazaron en tren hasta Guadix (Granada) en tren. En la noche del 19 de diciembre de 2012, las recogió en la estación en un BMW al que subieron y con el que tomaron la A-92 hasta que Moya González cogió el desvío de Las Huertezuelas. A partir de ese momento, comenzó a conducir por carreteras secundarias y caminos rurales. Madre e hija pasaron esa “fría” madrugada en el interior del coche y en la mañana se volvió a repetir la rutina anterior, “dándole largas a sus repetidas peticiones de ella que las acercase a una estación cercana ya que quería volver a casa dado el comportamiento tan inquietante y extraño de Jonathan Moya”. El rapto se produjo a las 13:00 horas del día 20 de diciembre. Le pidió a Gema Cuerda que se bajase del coche para ayudar a arrancarlo empujando “puesto que se había parado el motor”. En ese momento arrancó a “gran velocidad” mientras le decía “ahora vas a correr. Tú te quedas aquí y me llevó a la niña”. Moya se escondió a continuación en el cortijo familiar Torre Marfil y allí retuvo a la bebé con vida hasta que cometió el crimen entre los días 24 y 25 de diciembre. El cadáver apareció el día 27 de diciembre y horas después fue detenido.
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