Un siglo sin Vivas Pérez; 100 años con la Plaza Vivas Pérez
Pequeñas historias almerienses
El farmacéutico y benefactor Juan José Vivas Pérez falleció en enero de 1924
Ese verano el Ayuntamiento rotuló con su nombre la que era Plaza Bermúdez
Cuando el hijo de Lola Flores se sentó en un banco del Parque
La pequeña y escondida plazoleta de Vivas Pérez está en pleno centro, a poco más de cien metros de la Puerta de Purchena. Este espacio urbano se ha transformado radicalmente en los últimos años. Se ha integrado en el conjunto semi peatonal de las calles de Las Tiendas, Tenor Iribarne y las calzadas que son antesala del Cerrico de San Cristóbal: Andorra, Romero, Velasco o Rostrico.
Esta placilla, llamada hasta hace un siglo “Bermúdez”, siempre ha tenido una interesante vida comercial y un enorme trasiego de gentes. El 3 de julio de 1924 el Ayuntamiento cambió el rótulo de la plazoleta para dedicársela al farmacéutico y benefactor de la ciudad Juan José Vivas Pérez (1852-1924). Ahora hace un siglo de su fallecimiento, ocurrido a las 7 de la tarde del 3 de enero de 1924. Como es habitual, Almería olvida las efemérides y fechas señaladas de sus grandes hijos. Valga, pues, este tributo periodístico personal a su memoria.
Gentío que cruza
Por ese espacio diáfano de la placilla siempre han cruzado los peatones que subían o bajaban de El Quemadero, de las viviendas de Gran Capitán, de Regocijos o de la calle Memorias; quienes iban camino de la Catedral o los que buscaban la Plaza de San Sebastián desde sus casicas de Las Perchas. Por eso, los comerciantes e industriales avispados comenzaron a poblar y a ofrecer sus productos en locales y viviendas de allí.
Sería interminable la relación de tiendas, bodegas y empresarios instalados durante el siglo XIX. Pero, quizás, los más conocidos fueron “Quincallería El Fénix”, de Jerónimo Ramírez; la sombrerería “Casa Rosales”; “Almacén Los Doce Apóstoles” que Juan Casasayas abrió en 1879 o la “Droguería El Arca de Noé” de Ramón López Gálvez y Vicente López García que vendía pinturas, barnices y brochas desde 1876.
En el año 1906 el joven doctor José M. López Ortiz abrió en el número 5 un moderno gabinete médico-quirúrgico. Tenía aparato de rayos X y practicaba la electroterapia y la ozonoterapia. Años después, en 1914, el médico Gómez Casas abrió consulta en el número 6; como hizo el especialista en enfermedades del pecho Gonzalo Ferry Fernández. Estaban entonces en la plaza los negocios del alpargatero Manuel Biedma Payán; el de Agustín Fernández o el de Sánchez Acosta, donde se podía comprar alcohol para quemar, además de “La Argentina”, un gran comercio de tejidos y ropas de hogar. Todos ellos vecinos de la escuela de niñas de la maestra Adela Ruiz Hidalgo sustituida luego por Vicenta Montoya Carmona. El colegio estaba en una casa propiedad del empresario Eduardo Giménez Escobosa (1876-21/11/1935).
Emilio Téllez Rodríguez (+19/05/1928) potenció en los años veinte su negocio de venta de pan. Bajo el nombre de “Antigua Tahona”, ofrecía su especialidad de “pan de agua” y “pan catalán”. Téllez era vecino de José Galetti Sirvent (1865-18/01/1931) cónsul panameño y experto en realizar injertos en parrales y naranjos; de la modista Carmen Espinar y de la latonería de José Rodríguez.
Además de la funeraria, fueron famosos en la plaza el “Bar Casa Tébar”, “El Baúl de la Abuelita” o “La Tijera del Oro”
La Tijera de Oro
En 1932 ya estaba instalado, en el número 2, “Almacenes Escámez”, cuyo dueño –Francisco Escámez Morales (+1995)- promocionaba en los periódicos de la época sus telas y paños blanquísimos. “La Tijera de Oro”, de Pedro Ramírez Salar y Juan Ramírez Piñero (17/03/1931-07/12/2008) hacía esquina con la calle de Las Tiendas y también, desde 1925, era especialista en tejidos, camisería y sastrería. Hace 92 años, podían adquirirse trajes de caballero por 10 pesetas y de niño por 3´75. “Danubio”, de Vicente Baena Rodríguez, abrió en 1935 especializándose en perfumes, camisas y elementos de mercería. Estaba cerca de la tienda de muebles “Casa Guil” y de “La Funeraria Nueva”, que ocupaba el bajo del número 8. Este tétrico negocio fue fundado por los empresarios Gómiz y Tijeras en 1931; luego, bajo el nombre de “Funalsa” (por la fusión con la “Funeraria Virgen del Mar”, perduró en la plaza más de medio siglo.
Para compensar, estaba el “Bar Granadino” que en 1933 ofrecía tapas de marisco y una cerveza grande “Mahou” por 0,30 pesetas, amén de vinos de Albuñol y de Chiclana. Además, cuando un cliente tomaba un doble de cerveza, el dueño le entregaba un vale; había que reunir 200 para canjearlos por un reloj de pulsera. En 1936, el empresario José Burgos Ortega tenía una representación de “Serrines de corcho Emer”; un producto para el embalaje de la fruta que vendía “hervido, suave, ligero, sin polvo y sin fermentos”.
Ya a mitad del siglo XX, además de los mencionados que seguían abiertos al público, estaba “Calzados El Barato” de Miguel Zapata, donde en 1943 se podían comprar alpargatas de paño para niños y niñas por 5 pesetas. En 1972 el local se traspasó y cambió su nombre a “Zapatería Savi”. En 1962 abrió en la plaza la “Tintorería Cibeles” que siendo vecina de una funeraria se especializó en “lutos”; es decir, en tintar de negro la ropa cotidiana cuando ocurría un óbito familiar.
Bar Casa Tebar
Pero, sin duda, uno de los establecimientos más famosos de la plaza y que aún es recordado por los almerienses más veteranos fue el “Bar Casa Tebar”, de Juan Tébar Pérez, sus hermanos y su esposa Mercedes Tercero Fernández. Ofrecía desde 1938 cervezas, vinos selectos, tapas variadas y en 1954 ya disponía de teléfono –el 2230- para atender reservas de mesas. Juan Tébar, ya dueño del “Hostal Alcazaba”, recibió un galardón de la asociación de hosteleros ASHAL en 1986 por su vida dedicada al gremio. “Casa Tebar” estaba junto a la aseguradora de defunciones “La Dolorosa S.A.”, frente al estanco, la “Gestoría Taramelli” y a la tienda de ropa interior y lencería “La Hoguera”. En 1975 “Tebar” cerró y le suplió la cervecería “El Boquerón”, que disponía de freiduría de pescao, pero poco después –en el verano de 1976- se traspasó y el nuevo dueño metió en la carta desayunos y churros. Éste lo explotó dos años y el siguiente barman que se lo quedó mantuvo el nombre y añadió a su oferta gastronómica codornices con patatas fritas. No cuajó y en 1978 el mismo local se abrió como “Cervecería 2001”, nombre que ya se mantuvo varios años, pero gestionado por diferentes propietarios. Desde hace una década el local lo ocupa la estupenda “Taberna Sacromonte”, de Carmen Segura y Juan Carmona.
En esa época allí había bullicio de jovenzuelos aburridos o que se “fugaban” las clases. Iban a los recreativos, billares y futbolines de un sótano de la plaza, situado junto a la “Boutique El Baúl de la Abuelita”. Esta tienda de moda con su llamativa puerta amarilla ya estaba abierta en 1976 y pertenecía a las hermanas abulenses Juana (+2015) y Antonia Herrerías Moya. El Baúl de la Abuelita cosechó un gran éxito y dio nombre a los billares contiguos. En 2011 se trasladó unos metros más arriba, a la vecina calle Romero, donde estuvo hasta 2013.
El último tercio del siglo XX fue prolífico en apertura y cierre de negocios y tiendas en la plaza Vivas Pérez. Abrían y desaparecían con demasiada facilidad; o eran un éxito o irremediablemente tenían que echar la persiana: “Cerámica Almeriense”; “Inmobiliaria Fuentes”; “Precio Precio”; “La Nórdica”; “Juguettos”, “Academia de Peluquería Carmona” o “Rocarpre”.
Lo que resulta evidente es que todos estos comercios, bares y tiendas han difundido en su dirección postal los apellidos de un gran almeriense fallecido hace 100 años. Un ciudadano que ayudó cuanto pudo a los menesterosos. Es de justicia reconocerlo en su efeméride.
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