"Tiene un tiempo de cura indefinido": la víctima de una agresión grupal en Málaga regresa rota a Almería

El Juzgado ha ratificado este martes la prisión provisional para los tres jóvenes acusados a petición de la Fiscalía y el abogado Juan Ricardo Ruiz Rey

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Un grupo de mujeres coloca lazos morados durante un acto feminista.
Un grupo de mujeres coloca lazos morados durante un acto feminista. / EFE/Raúl Sanchidrián

El alivio judicial ha llegado este martes, pero el alivio emocional parece, por ahora, una quimera inalcanzable. El Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 4 de Málaga ha ratificado la prisión provisional, comunicada y sin fianza para los tres jóvenes acusados de una brutal agresión sexual en grupo a una estudiante almeriense la madrugada del pasado 30 de octubre. Sin embargo, mientras los acusados permanecen en el centro penitenciario, la víctima, una joven de apenas 18 años, ha tenido que interrumpir abruptamente su proyecto de vida. "Ha vuelto a Almería. Ha vuelto porque no es capaz ni de montarse en el metro sola", confirma Juan Ricardo Ruiz Rey, abogado de la acusación particular, poniendo voz al drama humano que persiste cuando se apagan los focos de la noticia.

La decisión de mantener a los tres investigados entre rejas ha sido respaldada tanto por la Fiscalía como por la acusación particular, desestimando los recursos de las defensas que pedían la libertad. "Se ha ratificado afortunadamente, porque la credibilidad de una persona contra tres que te cuentan que hay contradicciones, no es nada sencillo", explica Ruiz Rey a este diario. El letrado, del despacho Ruiz Rey Abogados, describe un escenario desolador para la joven, que se había trasladado a Málaga con la ilusión de comenzar sus estudios universitarios y que, apenas quince días después de llegar a la residencia, se ha visto obligada a regresar al refugio familiar, "rota" y bajo tratamiento psicológico y psiquiátrico.

Una vida universitaria truncada en 15 días

El relato que emerge de la instrucción judicial y del testimonio de su abogado dibuja a una víctima de perfil vulnerable, una "presa" perfecta para una manada de "depredadores" locales. La joven llevaba "quince días nada más" en Málaga para estudiar en la Universidad. Apenas conocía la ciudad ni tenía un círculo de confianza sólido. "Salió con los amigos que conocía", relata el abogado. Esa noche, una sucesión de infortunios la dejó expuesta: salió de la discoteca sin su teléfono móvil, que se había quedado en el bolso de una amiga.

"Le pasó de todo, como a la presa que comete todos los errores", ilustra gráficamente Ruiz Rey. Sola, incomunicada y desorientada tras salir de una fiesta de cumpleaños en la discoteca 'Rosse', se encontró en una situación de "inferioridad" ante tres hombres. Según el abogado, los acusados son jóvenes de entre 18 y 19 años, además de conocedores de la zona, un descampado oscuro y apartado que utilizaron como trampa.

Juan Ricardo Ruiz Rey, abogado de la joven víctima de una violación.
Juan Ricardo Ruiz Rey, abogado de la joven víctima de una violación. / D.A.

El infierno en el descampado

El auto dictado por la magistrada Carlota Sofía Sánchez Márquez, al que ha tenido acceso este diario, es estremecedor en su frialdad descriptiva. Los hechos ocurrieron entre las 04:05 y las 04:35 de la madrugada. La víctima se fue inicialmente con uno de los investigados a un descampado cercano. Fue allí donde, según recoge la resolución judicial, aparecieron los otros dos, convirtiendo la situación en una encerrona.

El documento judicial detalla una violencia explícita: la forzaron y violaron por turnos. La superioridad numérica y física fue determinante. "Ella intentó zafarse, pero (el chico que la había llevado allí) la cogió del brazo, impidiendo que la víctima se marchara", reza el auto. La magistrada destaca agravantes severos, como el que se aprovecharon de su estado de embriaguez.

Frente a estos hechos, la defensa de los acusados ha intentado jugar la carta del consentimiento, argumentando que la joven fue andando con ellos hasta el lugar y regresó también caminando. Es una estrategia que indigna a la acusación particular. "Ellos dicen que es consentido y ella evidentemente dice que no", argumenta Ruiz Rey con vehemencia.

El abogado explica la conducta de la víctima desde la lógica del terror, un "miedo insuperable" que la paralizó. "Primero se ve totalmente intimidada cuando ve a los otros dos detrás... la acorralan. No sabe qué hacer", relata el letrado, quien ha escuchado a la joven narrar los hechos entre lágrimas. Su aparente calma al volver a la discoteca no fue más que un mecanismo de supervivencia extrema: "Ella se recompone y dice: 'yo es que me tengo que salir de aquí porque si no me voy con ellos, lo mismo me matan'. Entonces disimula, se sube la ropa y va con ellos andando". Solo al llegar a la seguridad del local y ver a un conocido se derrumbó y contó lo sucedido.

Indicios sólidos y riesgo de fuga

La juez Sánchez Márquez no ha dudado en su auto de prisión, señalando la existencia de "indicios racionales de criminalidad". La magistrada subraya que la víctima ha narrado lo sucedido con "total contundencia y verosimilitud, nerviosa y temblorosa", un testimonio que se mantiene firme frente a las contradicciones de los investigados. Además, el parte médico adjunto a la causa objetiva la violencia: se certifican lesiones compatibles con la agresión.

Un dato inquietante revelado en el auto judicial es el perfil delictivo previo de parte de "la manada". A dos detenidos les constan antecedentes policiales previos por delitos de agresión sexual, un factor que, sumado a la gravedad de las penas a las que se enfrentan (por delitos de los artículos 179 y 180 del Código Penal), ha cimentado la decisión de mantenerlos privados de libertad ante el evidente riesgo de fuga y de reiteración delictiva.

La declaración de la joven ante el juzgado fue un calvario necesario que, lamentablemente, ha reabierto las heridas. "Después de lo que tuvo que sufrir otra vez relatando todo, los tres abogados preguntándole muchas preguntas... mal hechas", lamenta su abogado, calificando el interrogatorio como "un poco bruto". Esa revictimización durante la instrucción ha sido la estocada final para su estancia en Málaga.

Un "tiempo de cura indefinido"

Ahora, de vuelta en Almería, la prioridad es la salud mental de una joven cuya vida ha quedado en suspenso. "Tiene un tiempo de cura indefinido", sentencia Ruiz Rey. La familia, devastada, ha optado por sacarla del entorno donde ocurrió la tragedia. "Es normal, lo entiendo. Es lógico", asume el abogado, que también es padre de una hija de la misma edad y no puede evitar la empatía personal más allá de la profesional: "Me pongo en el lugar y conozco esa zona y conozco a esos malagueños".

La defensa de la víctima no solo busca justicia en los tribunales, sino también visibilizar una sensación de inseguridad latente. La familia de la joven, a través de su letrado, prepara un comunicado para poner de manifiesto que "hay alrededor una cierta impunidad en la zona" y que quizás, con medidas tan básicas como una mayor iluminación o seguridad, la vida de su hija no se habría roto en mil pedazos aquella madrugada.

Por el momento, la instrucción continúa, ahora con la certeza de que los tres acusados esperarán el juicio desde la cárcel. Pero para la víctima, el encierro es de otra naturaleza: el de un trauma que le impide coger un autobús o caminar sola, obligándola a refugiarse en casa de sus padres en Almería, lejos de la universidad y de los sueños que fue a perseguir hace apenas un mes. "La versión de la chica es una versión que no tiene otra justificación que contar la verdad", concluye el letrado.

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