Almería

El último mohicano de La Carrasca

  • Diego López cuenta una intensa historia vivida en uno de los barrios más conocidos del municipio de Turre · Hace poco que ha vendido sus cabras, dentro de su modelo de vida basado en el medio natural

Emigró como tantos otros a Cataluña primero, Suiza después. Dejó a su mujer aquí, en Turre, o sea, en La Carrasca, barriada de Sierra Cabrera, y a los tres años Diego López se dijo "esto no puede ser, mi mujer allí y yo aquí. Volví, compré ganado, cabras, durante 35 años me dediqué a la ganadería y a vivir". Nacido en La Carrasca en plena Civil, Diego acudía a la escuela del campo durante el día: coger el esparto, llevar el ganado, labrar, en fin, lo que había que hacer porque poca cosa había. A la escuela del pupitre, la de leer y escribir, iba por la noche, pero poco, que el tiempo no daba para más.

De mozo fue a pocas fiestas, alguna vez bajó a las de Turre; sin embargo, "yo prefería quedarme guardando los animales y que se fuera mi hermano de fiesta. Es que a mí no me ha gustado mucho el jaleo". Ni dejar La Carrasca, vaya, que mientras pueda no se muda de domicilio a Turre donde tiene una casa. Diego busca el espacio abierto, libre. Le encanta el campo "no me gusta estar en la casa, me voy andando a cualquier sitio, donde sea, y me encuentro feliz. Otros se van de viaje, pero a mí no me gusta, bueno, hemos ido a Málaga y eso"; disfruta en su huerta con sus tomates, pimientos, patatas, todo natural, de lo que poco hay.

Cuando de niño "había aquí cuarenta o cincuenta familias, mucha gente. De aquí es Ana, mi mujer. Claro, al quitar la escuela pasó lo que pasó, que todos se fueron marchando a Turre o a Almería porque los niños no podían estar sin colegio y esto se fue quedando sin gente, al punto de que mi mujer y yo somos los únicos habitantes de La Carrasca". ¿Y a su mujer también le gusta vivir aquí? "Hombre, si no le gustara no estaríamos aquí, ya sabe, si a la mujer no le gusta no estamos aquí". Presidente de la comisión de Fiestas de La Carrasca Diego López está al tanto de cuanto acontece, presta atención al electricista, al del sonido, al de la orquesta. Naturalmente, está al tanto del belén de Belén Esteban, por ejemplo, que vivir en La Carrasca no es vivir fuera de lo que ocurre en el mundo, aunque un poco solitario, la verdad es que sí. Con lo que cuesta ganar el dinero, ¿eh, Diego? "y lo fácil que lo ganan otras, menudo trajín está dando. Aquí para ganarse la vida ha habido que trabajar mucho. Como le decía, tuve que marchar porque aquí no había posibilidades de nada".

Diego López aprendió mucho de su padre, entre otras habilidades la de la albañilería, "ahora que he vendido las cabras hago algún trabajillo porque se están rehabilitando muchas casas para venir los fines de semana y en las fiestas, ya lo ve usted. Aquí también vienen en verano a pasar las vacaciones los hijos de algunos que emigraron y están arreglando las viviendas. Yo me entretengo con el trabajo". Diego, la escopeta, qué, ¿de caza? "No, ya no. Antes sí, ahora sólo al puesto". Antes se sembraba y había conejos, eso se acabó.

El regreso a la vida rural es como volver al paraíso, es la vuelta a los orígenes que, en el caso de los turreros, es retornar a La Carrasca, a Los Moralicos, a Cufrías, a las barriadas de Sierra Cabrera que tiempo atrás estuvieron pobladas por pastores, agricultores. Es rehabilitar las antiguas casas como parte importante del patrimonio cultural. A veces, en el transcurso de la conversación, es difícil no imaginar a Diego López como el último mohicano de La Carrasca. Sin embargo, es una reflexión errónea.

Diego López, por ahora junto con su mujer los únicos habitantes de la barriada, es el primero en conservar la esencia de un estilo de vida que se fue al traste sin recambio. Diego López ha crecido y permanece en La Carrasca, con su sencillez da una lección hermosa de cómo se puede vivir la vida sin cargas superfluas.

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