Ponce: alma, corazón y vida

Segunda de abono

Rotundo triunfo del diestro de Chiva que cuaja a dos nobles toros de Juan Pedro Domecq. Ginés Marín con una oreja en cada toro saboreó la Puerta Grande del coso almeriense. El Fandi, con un lote mediocre y una mala espada se va de vacío

Enrique Ponce fraguó frente a este cuarto toro de Juan Pedro su gran tarde de toreo en la plaza almeriense. Cuatro orejas y una plaza en auténtico éxtasis.
Enrique Ponce fraguó frente a este cuarto toro de Juan Pedro su gran tarde de toreo en la plaza almeriense. Cuatro orejas y una plaza en auténtico éxtasis. / Javier Alonso
Paco Guerrero

25 de agosto 2017 - 09:10

La ficha

Feria de la Virgen del Mar. Ganadería: Se lidiaron seis toros de Juan Pedro Domecq y uno de Parladé, tercero, discretos de presentación y buen juego en líneas generales. Primero, cuarto y tercero, por encima de los demás. El quinto bis fue un sobrero de El Torreón, soso y sin clase en el tercio final. Actuantes: Enrique Ponce: dos orejas; dos orejas y fortísima petición de rabo. El Fandi': saludos tras aviso; saludos tras aviso. Ginés Marín: oreja; oreja. Incidencias: Buena entrada con tres cuartos de plaza. Minuto de silencio por parte del público en recuerdo a Fandiño. Ginés Marín salió a hombros. Ponce pidió permiso para marcharse tras la lidia del cuarto por viajar a Bilbao.

ALMA para conquistarte, corazón para quererte y vida para vivirla junto a tí. Así rezaba ese estribillo a ritmo de bolero que tanto hablaba de amor. Pues eso es precisamente lo que transmite la imagen de Ponce en medio del ruedo, metido el mentón en el pecho oyendo sonar , como sonó, ayer esta plaza. Nada artificioso el acto, al revés, emotivo por sincero y poco habitual en esa intensidad. En un ir y venir pasó por la mente de todos una carrera, una trayectoria y una maestría con la que ese Ponce renacido del tiempo encandiló al coso almeriense.

Dos orejas nada mas empezar la tarde. Dos orejas ganadas a la nobleza de un juampedro que se encomendó a las manos de Ponce y y el valenciano no le falló. Faena suave, densa de oficio fácil pero torería plena. De principio a fin Ponce sabía que la tarde estaba en sus manos antes de que en el cuarto tuviera que remontar faena. Los aplausos del principio habían calentado lo suficiente al tendido y el de Chiva toreó con es exquisitez. Faena de magisterio que abarca muchas claves del porque a veces la flojedad de un toro es capaz de entusiasmar a un tendido como fue ayer el de Almería. Por ambos pitones le llevó con templanza para no castigarlo. No sólo no hacia falta, sino que hubiese sido debacle. Así corrió por la izquierda y la diestra esa muleta prodigiosa de Ponce. Media en el mismo hoyo de las agujas tumbó sin remisión al de Juan Pedro.

La de ayer no era corrida de fajarse con la mirada de un toro, ni de robarle el poder sobre las piernas, ni bregar en el fragor de la batalla que impone la fortaleza de un bicho con poder infinito y los lomos cargados de musculatura. No la de ayer era festejo de vino y rosas. La de hacer fiera la delicadeza de un toro, la de enervar al tendido con tanta nobleza como la de los juampedros, esos toros que buscan las figuras para sus circuitos intensos de la temporada. Los de la clase infinita. Emocionar con ese toro, rendir por oles a un aplaza, robarle aire al espacio entre toro y torero y hacer todo eso frente a un toro casi agotado y volver a llevarlo arriba. Eso sólo lo sabe hacer Ponce. Si acaso, alguno más, pero pocos. Ponce lo hizo frente al cuarto. Le bastaron ocho minutos de faena para enseñar lo que era el temple, la ambición y las ganas de seguir luchando por ese puesto que el toreo y el público le ha dado. Ponce, superando al Ponce de otras tardes anteriores y cercanas en el tiempo. Ponce, enamorando a Almería. Poncinas y estoconazo. No hacía falta más para que el tendido se tornara albo de pañuelos. Pasión de aficionados luchando por un rabo que marcara historia. No lo atendió el palco. Tampoco le hacia falta a Ponce, pero hubiese sido justo.

Seis garapullos verdirrojos quedaron sobre el morrillo del segundo de la tarde. Fandi Había cuajado uno de los mejores tercios que le recuerdo en mucho tiempo al granadino. Alarde de terrenos, sin ventajas y jugando de tu a tu dos prodigiosas fuerzas: el fondo físico de El Fandi y una alegre y vital embestida del juampedro que jugaba a enseñarse bravo en esos primeros compases. Éxtasis, delirio en su seguidores, alegría en la plaza. Palmas echando humo y el torero camino de las tablas a coger muleta y estoque. Lo que vino después queda en esa apuesta personal de un torero que aspira a torear con la honestidad de un quien que no se deja nada atrás. No alcanzó unas cotas de templanza exquisita el toreo por ambas manos, aunque en algún momento quedara también en la retina un muletazo con mérito de temple. Fandi no guardó nada. De rodillas al comienzo, molinetes, y desplantes ante un animal que claudicó demasiadas veces. Fandi en la quinta esencia que se le adivina a su toreo. Mal con los aceros, dejó todo al albur de lo que deparara el quinto de la tarde.

Y el quinto de la tarde acabó siendo protestado de salida por flojedad de remos. Pero no era eso. El síndrome de una espectacular tarde de Ponce, una faena de rabo, sin rabo, había dejado roto todo el ambiente de la plaza. Era difícil morderle a ese tiempo que el valenciano había robado certeramente al festejo. La presidencia mando para el corral al protestado bicho. Lo hizo cuando ya todo el mundo había aceptado que se quedaba en el ruedo después de las protestas iniciales por cojo y de que el Fandi andaba en el trance de poner el segundo par de rehiletes.

Fue cruel alargar el festejo. Total pa ná. Porque el soso sobrero de El Torreón no aportó nada a una labor con el torero resentido de un tirón muscular en su pierna. Lo dicho, pa ná, si no es por la honestidad torerra que le echó el granadino.

Con el mismo tipo de toro con el que Ponce había arrebatado al tendido, Gines pasó con una frialdad demasiado grande. Una linea en la que el torero no embarga la emoción del espectador. Por ambas manos Gines n ocultó que es un torero que sabe torear, que se pone en el sitio y que tira del toro con buen trazo. Pero algo falta cuando la plaza se queda esperando que eso que esta pasando se termine de fraguar. Mas anovillado que sus hermanos anteriores, el torete de Parlade no ocultó la clase que tenia e incluso se entregó en ese ir y venir por bajo. Buen son, como el resto de la corrida, pero nada mas. Frente al sexto, demasiado venido a menos Ginés buscó por la vía de la cercanía una oreja que amarró e ese segundo alarde tras una gran estocada.

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