Agricultura

Miel: un bien natural restringido por la sequía

Juan Alférez, con sus colmenas en Abla/Rafael González

Escrito por

· Pablo Laynez

Redactor

El sol comenzaba a desperezar a la fauna y flora de la Loma de la Polarda. Eran algo más de las siete de la mañana y frente a la agobiante humedad de la costa, en la serranía de Abla se sentía una sensación de alivio térmico, un fresco que incita a los insectos a trabajar, a los pájaros a cantar, a los ciclistas a hacer lo que más les gusta.

Los rayos de sol calentaban, no achicharraban. Casi que se agradecía el traje aislante que Juan Alférez, apicultor y agricultor, sacaba de su furgoneta para que sirviera de barrera de seguridad frente al aguijón de las abejas. Toda precaución es poca cuando vas a quitarle a la madre naturaleza lo que es suyo, un producto tan natural y saludable como es la miel. Además del aislante, Juan también preparó el clásico bote de humo, a base de ramillas secas y restos de aceitunas, que se esparce por encima de la colmena. “Es como cuando hay fuego en una casa, tienes que salir despavorido”, decía el apicultor. Aunque más que despavoridas, las abejas salían como kamikazes a por los cuatro astronautas que osaban romper su tranquilidad estival. Por mucho que el humo las calme a través de un proceso químico que tiene que ver con sus feromonas, las abejas defendían su colmena con fiereza, incluso encontrando resquicios para picar en la leve protección que supone un calcetín. ¡Ojalá los seres humanos tuviéramos su capacidad de organización y sus ganas de trabajar!

Las imágenes de cómo cuida sus colmenas Juan, el apicultor Las imágenes de cómo cuida sus colmenas Juan, el apicultor

Las imágenes de cómo cuida sus colmenas Juan, el apicultor / RAFA GONZÁLEZ (ABLA)

El fin de esta aventura apicultora era comprobar in situ cómo la sequía no sólo ha provocado restricciones de agua, sino también de miel para su consumo. Juan tiene ahora mismo panales en Abla y en Turrillas. Aunque las sierras se ven envidiablemente verdes para lo que es Almería, el suelo sí que denota que falta agua. Y algo peor para la apicultura, que cayó cuando ya no había tiempo para la floración primaveral. “Está siendo un 2023 muy complicado para el sector. La abeja está bien porque llovió a las puertas del verano, pero no dio tiempo a que nacieran flores y, por lo tanto, no ha habido mielada (producción de miel). Llevamos dos años casi igual, con lluvia en junio, y hay muy poco alimento para que las abejas puedan producir miel”, indica el apicultor mientras saca los cuadros plagados de estos pequeños insectos pertenecientes al orden de los himenópteros: “Ahora mismo les estoy poniendo polen, harina, harina roja y les dejo la miel para que puedan alimentarse de cara al otoño”. Además, con esmero, también les ha situado un bebedero cercano para que puedan hacer la papilla que necesitan para la época de cría, y del que también se aprovechan algún que otro alacrán y serpientes que hay por la zona.

El ejidense busca en los diferentes panales, alrededor de cien. El zumbido de las abejas es cada vez más inquietante, hay algunas que están especialmente cabreadas viendo que urgan en lo más sagrado de su hogar, para castrar (quitar los cuadros de miel a una colmena dejando los suficientes para que las abejas puedan mantenerse). Sin embargo, en los cuadros se observa que hay poca. Juan, cuyo principal sostén es sus invernaderos del Poniente, tiene la apicultura como disfrute y sabe que este año más vale coger lo imprescindible para el consumo propio y dejarles el resto a las abejas, a la espera de que el otoño sea menos seco.

Las imágenes de cómo cuida sus colmenas Juan, el apicultor Las imágenes de cómo cuida sus colmenas Juan, el apicultor

Las imágenes de cómo cuida sus colmenas Juan, el apicultor / RAFA GONZÁLEZ (ABLA)

“La gente que vive exclusivamente de la apicultura, está sufriendo. Este año, están teniendo que viajar por diferentes puntos de España, donde sí hay que floración y dejan allí sus colmenas”, dice Juan Alférez, que aunque también las ha llevado en ocasiones a Cádiz, prefiere tenerlas por la provincia en lugares Abla, Turrillas, Dalías, Paterna... “Mientras pueda tenerlas aquí, no voy a ir a otro lado. No me gustan llevarlas a sitio donde hay plantaciones (algodonar, meloneros...) porque al final siempre hay algún residuo químico, prefiero que estén en la naturaleza”.

Juan suele recoger 1.500 kilos y en esta campaña apenas llega a los 200 (en torno a un 90% menos)

Aunque esta temporada prevé apenas obtener un 10% de la producción habitual (apenas 200 kilos de los 1.500 habituales), su miel es de una calidad exquisita. Sus variedades principales son de albaida y mil flores (retama, tomillo...), que cautivan al consumidor tanto por su color como por su sabor, sabor a campo, a ese entorno natural tan idílico donde Juan tiene ahora mismo ubicadas las colmenas como es la Loma de la Polarda.

A la espera de que llegue la ansiada lluvia, el ejidense prepara sus colmenas para los cambios de estación, a los que seguirán la floración del almendro y la posterior de la albaida. “Espero que sean mejore que ésta, ojalá caiga algo de agua pronto”, suspira Juan Alférez mientras tapa las colmenas y les coloca encima un corcho blanco, para que las proteja de la temperatura, ahora sí alta en torno al mediodía de finales de agosto.

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