Temporeros: Hoy en la uva, mañana en la pera y pasado en la naranja

Agricultura

El campo almeriense cuenta con miles de temporeros, que trabajan en todo tipo de recolecciones hortofrutícolas

Marchan a Valencia, Murcia u otros puntos de Andalucía cuando la campaña les requiere

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Dos temporeros almerienses, uno rumano y otro de Guinea Bissau, trabajando en Bodegas Prefer en la vendimia.
Dos temporeros almerienses, uno rumano y otro de Guinea Bissau, trabajando en Bodegas Prefer en la vendimia. / Javier Alonso

La vendimia y la ciruela ya han terminado. A la pera aún le quedan unas semanas. En el horizonte están ya las mandarinas y las naranjas. Echando la vista al frente, a la cereza aún le queda medio año... Así es el calendario de los miles de temporeros que trabajan en los campos de España, muchos de ellos con residencia fija en los distintos pueblos de Almería.

Los temporeros son una mano de obra muy necesaria para la recolección de cosechas a nivel nacional. A diferencia del invernadero, los trabajadores de los cultivos de árboles frutales están dos semanas a tope y luego buscan otros trabajos alternativos alejados del producto. Esto es, echar plásticos en el invernadero, la obra, la colocación de placas solares...

Mientras dura la campaña, los temporeros están trabajando sin descanso, de sol a sol, en las tierras de cultivo. La vendimia es posiblemente la más carismática, pero estas personas también trabajan en la aceituna, la naranja, la mandarina, la cereza, la fresa... Toda aquella actividad que requiera de una cuadrilla eficiente, que en unos diez días sea capaz de hacer un trabajo ímprobo.

“En el pueblo nos avisamos de dónde se necesitan trabajadores y nosotros mismos hablamos de las condiciones, los sueldos...”

En las miles de hectáreas de cultivos extensivos de la provincia de Almería hay muchos trabajadores temporales. Por ejemplo, en la recién acabada vendimia han sido centenares de trabajadores los que han recogido la uva por los campos de Tabernas.

El rumano Emilio Dracota, amable, divertido y trabajador, estuvo el pasado mes de septiembre trabajando en la cuadrilla que limpiaba las viñas de Bodegas Prefer. Veinte años ya por los campos de toda España, recogiendo todo tipo de productos hortofrutícolas. “En la uva, que fue donde nos conocimos, estuve dos días. Ahora me he venido a Cáceres a trabajar en las placas solares tras haber echado plásticos en los invernaderos”, comenta por teléfono el rumano, que no se lo piensa cuando tiene que coger el coche y plantarse en cualquier rincón de España del que le llamen para trabajar: “He trabajado en la naranja, pera, ciruela, cereza... además de echar plásticos en Roquetas, San Isidro, Campohermoso...”.

Como muchos rumanos, Emilio vive por la zona de Tabernas. Allí hay una importante colonia de compatriotas que se ayudan unos a otros y se ofrecen distintos trabajos. “Nosotros nos avisamos. En el pueblo hablamos de las condiciones de los trabajos, de los salarios... Tenemos familias y alquileres, tenemos que trabajar para sacar la vida adelante”, dice desde tierras extremeñas Emilio, donde precisamente llegó a través de un compañero tabernero: “Un amigo de Tabernas nos recomendó para trabajar en Cáceres en las placas solares y vinimos esta semana. Estamos compartiendo casa aquí varios trabajadores”.

Recogida de la uva almeriense.
Recogida de la uva almeriense. / Javier Alonso

De forma temporal fuera del sector agrícola, sabe que antes o después volverá a pisar la tierra cultivada. “Nunca me cierro las puertas. Ahora no sé cuándo, pero volveré allí en unos meses”, dice en su primera semana de trabajo en las placas solares. Dada su experiencia en distintos sectores, Emilio tiene bagaje para reconocer que aunque la agricultura le gusta, es muy sacrificada. “La agricultura me gusta, ya trabajaba en ella en Rumanía, pero es verdad que es muy dura. Quizás la construcción me guste más o trabajar con placas solares, como lo estoy haciendo ahora”, asegura. Pero de entre los más duro está el trabajo que implica el invernadero: “Echar plástico es lo más duro en lo que he trabajo, hay que cortar alambre, colocar los plásticos, tirar de ellos... Acabas muy cansado”.

En esos meses de campaña, su cuadrilla de compañeros trabajadores lo mismo está en Almería, Valencia, Murcia o en algún punto de la provincia. “Yo no tengo coche. Normalmente nos juntamos un grupo con conductor y compartimos la gasolina y todos los gastos”, indica Emilio cuya mujer también trabajó en el invernadero, así como en la naranja o en la mandarina.

A la espera de que vuelvan los meses más intensos de recogida frutal en la provincia, los miles de trabajadores que tiene Almería en su seno buscan otros trabajos alternativos que les permitan su sustento diario. Cuando la fruta esté madura, ahí estarán preparados para ponerse manos a la obra.

Emilio Dracota, temporero rumano, muestra su tatuaje del Barcelona.
Emilio Dracota, temporero rumano, muestra su tatuaje del Barcelona. / Javier Alonso

Emilio, un rumano ‘culé’ que lleva 20 años en España

Un grupo de cinco temporeros trabajaba el pasado mes de septiembre en la recogida de uvas en Bodegas Prefer. Entre ellos destacaba Emilio, que cantaba el himno del FC Barcelona mientras arrancaba los racimos de las viñas.

Su buen uso del español denotaba que lleva mucho tiempo ya trabajando en nuestros país. Ni corto ni perezoso se acercó para mostrar sus tatuajes, haciendo una corta parada en sus labores en la vendimia: “Mirad mis tatuajes”, decía enseñando el escudo azulgrana en su brazo y el nombre del conjunto culé.

Emilio es un incondicional del Fútbol Club Barcelona, es la pasión que le permite mantener la ilusión en las duras y largas horas de trabajo que tiene en el campo. Aunque en su tierra era hinca del Dinamo de Bucarest, le encandiló la forma de jugar que tenía el equipo con Johan Cruyff y cambió los colores rojiblancos por los azulgranas.

“Me hice del Barcelona sin decirme nadie nada”, apunta Emilio que tiene un auténtico museo en su casa. Camisetas, gorras, bufandas, banderas... Todo tipo de insignias del equipo de sus sueños, que le acompañan cuando tiene que salir de Tabernas y marcharse a trabajar a otros lugares como, en esta ocasión, Cáceres: “Siempre me llevo alguna cosa, además de los tatuajes que me acompañan. A ver si saco tiempo esta temporada y puedo ver algún partido, recuerdo que lo vi en Almería en 2008, vaya equipazo que teníamos entonces, tío. No nos ganaba nadie”.

Rumano de nacimiento, Emilio es un almeriense más. Hace más de veinte años que salió de su patria para llegar a otra que necesitaba [y sigue necesitando] mano de obra en sectores como los que él trabaja. “Estoy muy a gusto en este país, en España vivimos bien. Cuando salí de mi país le dije a mi familia que no sabía cuando iba a volver y, de momento, no he podido hacerlo”, dice este rumano que conoce bien el sector agrícola, puesto que ya lo habría trabajado en su tierra. “Allí tenemos también mucha agricultura, pero es diferente a la de aquí. Rumanía es un país mucho más húmedo, llueve mucho más, no tenemos invernaderos. Yo he trabajado en cultivos de patatas, de trigo, de cereal...”.

De momento, los próximos cinco meses Emilio Dracota seguirá en Cáceres trabajando con las placas solares. No sabe cuándo volverá a Tabernas, piensa que para diciembre para luego volver y terminar el trabajo que aún le reste entre manos. Aunque la agricultura es sacrificada, sabe que ahí siempre tiene un sueldo. “No es lo que más me gusta, por su dureza, pero nunca digo que no volveré a trabajar. Ya veremos el futuro”.

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