Pilar Cernuda
La mayor corrupción jamás conocida
Entrevista I Álvaro Férriz (Ingeniero Técnico Agrícola)
La Ingeniería Técnica Agrícola no era ni mucho menos la carrera que Álvaro Ferriz pensaba estudiar cuando, en su juventud, era disfrutaba con la raqueta en su inolvidable Club de Tenis Indalo. Sin embargo, un buen consejo de su padre le encaminó por el mundo agrícola y hoy trabaja en Ecoinver desarrollando labor comercial y asesoramiento técnico al agricultor. Su pasión juvenil por la pelota de tenis ha mutado a una pasión laboral por el tomate.
–¿De dónde le viene la vocación por el agro cuando Álvaro viene por tradición familiar del sector de la automoción?
-Si te soy sincero, fue mi padre el que me dijo que tenía que encaminar mis estudios por aquí, que era lo que más salida tenía. Con 18 años, no tenía nada claro lo que quería hacer, como le pasa a mucha gente. No nos preparan excesivamente bien para saber cómo podemos desempeñarnos el día de mañana y él me insistió mucho en ser Ingeniero Técnico Agrícola, yo pensaba más en Ciencias del Mar, fisioterapia... Le di una oportunidad, me gustó y aquí estoy trabajando.
–¿Qué tiene el campo que cautiva a todos los que trabajan en el sector?
-Al principio, es verdad que sales sin experiencia y tienes que empezar a moverte y ver fincas para aprender. Es un mundo que te abre muchos abanicos de posibilidades, empiezas a aprender mucho. Soy una persona bastante inquieta y me gusta ampliar mis conocimientos cada día, renovarte a diario. Cada día no sabes qué te vas a encontrar, es un reto diario, todo lo contrario a una oficina.
–¿Cómo es su día a día?
-En mi trabajo actual, mi día a día es asesoramiento técnico: visitar fincas, estar con el agricultor, darnos una vuelta por el invernadero, ver cómo marchan los cultivos, hacer alguna cura si hace falta en el riego, subsanar problemas... En función de cada cultivo se hacen unas cosas u otras. Lo que más veo es tomate, pero también llevo algo de pimiento, pepino, calabacín y en estas fechas, sandía.
–Toca casi todos los productos de la horticultura almeriense, aunque por su zona de trabajo, supongo que el tomate es el predominante.
-El tomate me encanta. Todos los técnicos tienen su cultivo preferido y el mío es el tomate. Es lo que más estoy acostumbrado a ver, me especialicé y la verdad es que me gusta mucho.
–Cuénteme lo que no se ve del trabajo del tomatero.
-No hay mucha diferencia entre los distintos cultivos, todos se manejan de una forma bastante parecida. Si yo fuera un agricultor y pusiera tomate, lo primero que miraría es dónde voy a comercializar mi género. Al final, una de las cosas que pasa con la agricultura es saber quién va a consumir tus productos. El tomate que se pone en el campo no es el que mejor sabor tiene, sino el que mejor se conserva y el que más bonito a la vista es. Tú no consumes lo que quieres, sino lo que te venden; comemos por los ojos más que por la boca. Al final, el agricultor escoge una variedad en función del mercado al que va a ir destinado, eso es importantísimo: si tú escoges una variedad que el mercado no quiere, no vas a tener buenos precios de venta. Después, en el manejo del cultivo es fundamental el blanquear del invernadero, ventilar cuando toca, regar en el momento en el que lo necesite la planta... Todo esto es un 60 ó 70% de un buen cultivo. Al final, el manejo del agricultor es muy necesario, por mucho que estemos ahí nosotros apoyando. Una pela de un tomate, cuando le quitas hojas en un momento, puede arruinar un cultivo por un problema de botrytis, por ejemplo.
–¿Cuál es la mejor y la peor finca que se ha encontrado?
-Hay muchas muy buenas, tengo agricultores que tienen fincas maravillosas, no te encuentras ni una mala hierba, los restos vegetales al momento los están sacando. Son muy finos, lo hacen todo en su momento y eso es algo que da alegría de ver. Sin embargo, cuando tú entras en una finca y empiezas a ver hierba por todos lados, malo. La hierba entra de la calle y tienes ahí carihuela, que trae araña roja y pasa al cultivo. Son focos de infecciones y de plagas. Ya ves ceniza o un popurrí de enfermedades, sobre todo en cultivos que tienen mucha hierba y suelen estar sucios. Son agricultores que no hacen las cosas cuando tienen que hacerlas, el tiempo se los come, curan días más tarde que cuando tenían que hacerlo... Al final, esas fincas se van a pique. Por supuesto, en otro orden, también es muy desagradable ver invernaderos echados abajo por una lluvia torrencial o por una granizada. También me ha pasado ver parte de invernaderos arrancados por culpa de un remolino. Es lo peor que te puedes encontrar porque es algo que excede al agricultor.
–¿Y el rugoso al que tanto miedo hay en el campo?
-Está afectando mucho. Tanto la campaña pasada como ésta ha afectado mucho. Gracias a Dios, yo me he encontrado muy pocos casos de rugoso, de momento me estoy librando aunque es verdad que está afectando bastante. Muchas casas de semilla está trabajando con resistencias, estamos teniendo variedades que nos pueden ayudar bastante. Pero sobre todo es la concienciación del agricultor a la hora de establecer unas medidas en el invernadero. Es importante que no entre mucha gente y que quien lo haga, sea con patucos, guantes o bata, desinfectar todo lo que entra, como cajas de campo que no sabes de dónde vienen, los utensilios que se usan... Al final es un virus de transmisión mecánica, por contacto, lo puedo llevar en las manos o los pies y no lo sé.
Como tantos otros niños, Álvaro Ferriz pasó gran parte de su infancia en el Club de Tenis Indalo. Allí no sólo aprendió a jugar al deporte de la raqueta, de donde hoy le deriva la pasión por el pádel, sino que hizo amigos para toda la vida. Además, aprendió una cosa fundamental como es la cultura del deporte, que se convierte en cultura del esfuerzo. Sin embargo, por desgracia. el CT Indalo hoy está en un estado que a nadie de los que lo conocieron en su esplendor le gusta. “Tengo una finca que está enfrente del Club de Tenis. Cuando hago algún albarán, le pongo Finca Club de Tenis. Me vienen muy buenos recuerdos, pero también sensación de lástima por ver cómo está, se nota que no está cuidado. Nuestros recuerdos de pasar semanas enteras haciendo distintos deportes o disfrutando de las acampadas, son imborrables. Había una vida impresionante, no sé cuántos niños podríamos estar por aquellos años. Pero ahora no hay nadie, cuatro o cinco personas que van a hacer un poco de mantenimiento y ya está. Da mucha lástima ver aquellas instalaciones punteras dejadas de la mano de Dios. No creo que hubiera muchos clubes que tuvieran tantas pistas, la piscina, un campo de fútbol de hierba... Da pena que todo eso se pierda. Allí aprendimos la cultura del deporte, del esfuerzo. A día de hoy intento seguir haciendo deporte todos los días, me dejo alguno para descansar, pero intento hacer deporte casi a diario”.
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