"En los '70 vendía tomates a 75 pesetas"

el personaje

El agricultor Miguel Tito Reloba recogió el premio delante más de 2.000 compañeros.
El agricultor Miguel Tito Reloba recogió el premio delante más de 2.000 compañeros.

12 de noviembre 2011 - 01:00

El aprecio es mutuo. El pasado 25 de septiembre, Día del Agricultor, la empresa le hacía entrega de un galardón en reconocimiento a su labor y dedicación. Un "éxito muy grande y con mucho valor, me lo dieron delante de 2.500 personas".

Su inmersión en el mundo agrícola comenzó en 1971 con un pequeño pedazo de tierra. "Sembraba con setos de caña para evitar que el viento rompiera la cosecha y me gustaba plantar habichuelas mochas y triquis pequeñas de planta baja".

Solo tres años más tarde montó su primer invernadero junto a su casa. "Eran parcelas de colonización de las de Franco, primero hice uno pequeño y después compré otros dos pedazos de tierra".

Sembraba en Pascua, siempre en las mismas fechas, con cosechas fijas y precios "estables". En 1978 ya tenía el segundo invernadero y sembró tomate por primera vez. Recuerda perfectamente el precio: "75 pesetas de las antiguas. Lo vendí todo en Barcelona. No le cuesta hacer el 'cambio' al precio actual. "Hoy es como si vendieras el kilo a 5 euros".

Su memoria es asombrosa. "El plástico estaba a 32 pesetas el kilo. Para empezar pedí un préstamo y entre el otoño y la primavera ya le había pagado todo al banco. La tierra, 4.400 metros, me costó a 20 duros/metro".

Aquella época pasó y ahora teme por el futuro de sus hijos, también agricultores. Nada queda de la seguridad de antaño. Él, que ha vivido en primera persona cada paso que ha dado el 'agro' almeriense, se lamenta de lo "fatal que están las cosas".

Aunque ya no se dedica al cultivo de forma directa acude cada día a la alhóndiga para asistir a la subasta y lleva al día las cuentas. Sabe lo que cuesta sacar adelante una cosecha. Sigue siendo el propietario de tres invernaderos que suman "una hectárea larga" en Las Norias. Se la dejará a sus "zagales, dos hembras y dos machos, todos agricultores" aunque con cierta pena, ya que sabe de sobra que trabajarán día y noche para recibir "un estacazo un año y al siguiente... pues quizá atinen" porque como siempre dice, "sembrar una cosecha es como jugar a la lotería, te puede tocar pero nunca se sabe, es difícil".

La "desgracia" del trabajador del campo es que "tenemos que vender al precio que nos dicen y no sabemos si traeremos el bolso lleno o vacío, pero cuando vamos a comprar tenemos que pagar lo que nos dicen".

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