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Alejandro Amenábar, el contador de historias

El director presenta en el Cine Cervantes de Sevilla 'El cautivo', su acercamiento al creador del 'Quijote' y una defensa del poder de las narraciones para mantenernos vivos.

Las mil y una noches (moras) del joven Cervantes

Alejandro Amenábar, en el exterior del Cine Cervantes de Sevilla. / Juan Carlos Muñoz
Braulio Ortiz

21 de septiembre 2025 - 14:14

Con “la alegría que da ver una sala llena de gente que se interesa por lo que has hecho”, Alejandro Amenábar ha presentado este fin de semana en el Cine Cervantes de Sevilla, en tres sesiones que agotaron las entradas, El cautivo, su acercamiento al hombre “desconocido” que se escondía tras el autor de Don Quijote y una apasionada defensa del poder de contar historias para aplacar el miedo, la soledad e incluso el estremecimiento de la muerte. Algo que comprobó el propio Amenábar siendo niño, cuando cautivaba a los compañeros de recreo relatando la película que había visto la noche anterior y descubría así la capacidad de la ficción para embellecer la vida.

En un coloquio con la especialista en Historia y cultura de la ciudad Lost In Seville, el director de Tesis y Los otros admitió que antes de preparar El cautivo su relación con Cervantes “estaba en ningún sitio y en todos, en realidad. Llevo conviviendo 20 años con su estatua en Madrid, veía cómo los turistas japoneses le hacían fotos, y yo pasaba por delante y no le miraba a los ojos. Ahora, cada vez que lo observo a través de mi ventana siento que se ha establecido un vínculo”, señala. El cineasta cree que ese desapego por el legado que nos precede es algo común en los españoles: “Cervantes es un símbolo, y hay algo que me resulta casi vergonzoso: en lo que yo llevo de vida, que son 53 años, no he visto ni una sola película sobre él. El escritor es un icono de nuestra cultura, y pese a eso ninguno de los cineastas de este país nos habíamos tomado la molestia de intentar acercarnos a la persona”.

Julio Peña, el Cervantes de Amenábar. / D. S.

Amenábar empezó hace ocho años a interesarse por un periodo muy concreto de su vida, los cinco años que Cervantes sufrió de cautiverio en Argel entre 1575 y 1580. “Fue una sugerencia de mi productor, que me dijo: ‘Oye, ahí hay una novela de Alejandro Dumas, todo lo que le pasó, cuatro intentos de fuga, la simulación de ahorcamiento, el hecho de que saliera siempre vivo de todo aquello…’ Eso lo empecé a desarrollar, quedó dormido, porque me lancé a hacer mi siguiente película, Mientras dure la guerra, y luego me puse con una serie de televisión, La Fortuna. Y hace dos años decidí retomar todo el material y revisar la bibliografía que tenía, bastante extensa. Y concluí que en lo que le había pasado a Cervantes estaba el germen de su propia condición de narrador de historias; este periodo es muy importante para entender cómo nace el ser humano y cómo nace el grandísimo narrador. Tenía también otro aliciente, me decía que este señor ha escrito la que está considerada la primera novela moderna, la novela más importante, más leída, según muchas encuestas, de todos los tiempos. Pero, ¿quién era este tipo? No lo conocemos”.

El creador recrea la supervivencia de Cervantes (Julio Peña Fernández) en su cautiverio y la complicidad que llega a alcanzar con Hassan, el tan despiadado como sensible Bajá de Argel (Alessandro Borghi) moviéndose “entre lo probado y lo probable. En el momento en que haces ficción tienes que rellenar huecos, sobre todo cuando estás hablando de una historia que ha transcurrido hace más de cuatro siglos. Cuando imaginas ese primer plano de un anciano que está escribiendo, Cervantes empezando el Quijote, posiblemente aquí en Sevilla, ya estoy haciendo ficción, estoy estableciendo un juego en el que me tengo que imaginar lo que pasó”, analiza el ganador del Oscar y Premio del Jurado en Venecia por Mar adentro. “Sé que hubo encuentros entre Hassan el Bajá y Cervantes, Hassan el Bajá es un personaje real, pero yo no sé cómo fueron, yo no estaba allí. Todo es una labor de imaginación y de reinvención del pasado. Si me hubiese limitado a reflejar sólo lo que está cotejado en los libros de Historia, tendría una película que sería un libro de Historia, pero no sería una película”.

"Cervantes es un icono de nuestra cultura, y ninguno de los cineastas de este país nos habíamos acercado a su persona", dice Amenábar

En su investigación, Amenábar se sorprendió por la bruma que rodea al genio de las Novelas ejemplares y pensó que “la imagen que ha trascendido de Cervantes tiene algo de las fake news, ¿no? Lo del manco de Lepanto: pues no era manco, tenía inutilizado el brazo izquierdo, como se muestra en la película, pero no le faltaba la mano. Hemos intentado jugar en el cartel con esa ambigüedad, que no sepas realmente si le falta la mano o si la ha escondido debajo de la chaqueta, porque la mitad, o más de la mitad de los españoles, pensábamos, yo también, que al manco de Lepanto, por supuesto, le faltaba la mano”. No ayudaba tampoco que el retrato que parece inmortalizar a Cervantes y que se atribuía a Juan de Jáuregui se revelara falso. “No hay ningún retrato de él, lo cual es interesantísimo, si tenemos en cuenta que todos sus coetáneos, todos, Góngora, Quevedo, Lope de Vega, Velázquez… de todos ha quedado alguna muestra de cómo eran. Ese vacío me permitía tener un lienzo en blanco a la hora de presentar a mi Cervantes”.

En las lecturas de los historiadores también se topó con otros hallazgos que enriquecían el guión. “Uno de los puntos que me sorprendía de los libros de Historia era encontrarme con las denuncias de Juan Blanco de Paz, el personaje al que interpreta Fernando Tejero”, dice sobre un dominico que escribió sobre la “conducta viciosa” del autor. Esas acusaciones sustentaban para el director “la hipótesis de por qué Cervantes se salvaba en Argel una y otra vez del castigo y de la mutilación y de la muerte, de todo lo que podía pasarte cuando eras el autor intelectual de la fuga, y él lo fue, lo que sugería esa posible relación, conexión, trato de favor que tuvo con el Bajá. Aquello me pareció que era un elemento dramático muy potente y quise explorarlo. Me encantó imaginar que Cervantes se ganaba la libertad contando historias, ese quid pro quo que se establece entre Cervantes y el Bajá, la excusa perfecta para jugar un poco a Las mil y una noches. Yo hago las películas, no lo escondo, mirando al patio de butacas, pensando en el yo espectador que estaría ahí. Me pregunto si yo pagaría por ir a ver esta historia. Y la clave siempre está en la emoción”.

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