Pilar Cernuda
La mayor corrupción jamás conocida
Fotografía
El mundo estaba cambiando, un tiempo nuevo hacía pensar que Almería por fin se incorporaría al progreso. La Almería verde de los parrales, la Almería de los barrileros, de los mineros, veía llegar el ferrocarril, las gentes de la ciudad estaban estupefactas ante el cinematógrafo, se vieron volar los primeros aviones por los cielos de Almería.
Relampaguito, el torero almeriense tomaba la alternativa, los barriles que bajaban por los tortuosos caminos del Andarax, llegaban a las mesas más exquisitas de Nueva York. En estas últimas décadas del siglo XIX y primeras del siglo XX, nuevos procedimientos fotográficos popularizan la fotografía y favorecen la aparición del fotógrafo aficionado. La empresa Kodak, solo pedía “Apriete usted el botón… nosotros hacemos lo demás.”
La burguesía almeriense se incorporaba a la nueva moda de la fotografía. Hasta entonces, el material y las técnicas habían estado reducidos a los profesionales y sus gabinetes. En la Almería de aquellos años destacaban Victoriano Lucas, Antonio Mateos, Manuel Suárez, Pedro Balonga y Diego Guirado.
En cuanto a los materiales, cámaras, ampliadoras, papel, placas, material químico, comienzan a abaratarse y a distribuirse en las droguerías de la ciudad. La Droguería Alhambra, propiedad de Eugenio de Bustos, la Droguería Santo Cristo de José Toro García o la Droguería El Arco Iris de Julio Fernández Pérez, ofrecen sus productos a los nuevos aficionados.
En este contexto, se desarrolla la afición de los Hermanos Paniagua Porras por la fotografía. Enrique, José, Julio y Emilio Paniagua Porras, nacidos entre 1877 a 1896, eran hijos del médico Enrique Paniagua Andrés y de la propietaria parralera Emilia Porras Tapia. A caballo entre su casa de Almería y la de Terque captarán las imágenes de este nuevo mundo, en las tres primeras décadas del siglo entre 1900 a 1929.
Sus cámaras fotografías se convierten de una manera deliberada en fuentes documentales para la historia de Terque y Almería. Buscadores de la belleza en todas sus fotografías, destaca la estética de sus composiciones, la óptica de sus objetivos, y el propio trabajo en la elaboración química de los negativos y revelado de las pruebas.
Sus imágenes dejan una variada temática, todo es motivo de su interés: paisajes y panorámicas de la ciudad de Almería y Terque, como la Bahía de Almería, su Plaza de Toros, los baños de El Recreo, la ciudad vista desde las azoteas, paisajes de parrales del Andarax, Terque nevado, un sembrado de maíz con Huécija al fondo, calles de Terque. Imágenes costumbristas, como una procesión, el lavadero, el relojero arreglando el reloj de la iglesia o la llegada de la pasajera de Terque, el desfile de Gigantes y Cabezudos de la Feria de Almería, pescadores, pastores, parraleros, mujeres en tardes de costura o niños cazando pájaros.
Aspectos del progreso económico y material, el primer ferrocarril eléctrico de España, o las escenas del embarque de uva en el puerto. Retratos de personajes populares o familiares. Acontecimientos históricos, como la visita de Alfonso XIII a Almería. Como otros aficionados los hermanos Paniagua, participaron en concursos de fotografía y derivaron algunas de sus obras hacia revistas ilustradas como Hojas Selectas.
Esta semana que ya acaba de Feria, los Museos de Terque recuerdan que fueron ellos, los que dejaron las mejores fotografías de la Feria de aquellos años. Algunas de estas imágenes los Museos de Terque han conseguido documentarlas.
“Amalia y Ángeles Paniagua Porras, bordaron sus cintas en rosa y en oro. Había que llevarlas pronto, al establecimiento “Tejidos Filipinas” de los Hermanos Batlles, en la calle Real. Allí, los primorosos trabajos, serían expuestos en sus escaparates hasta el día de la carrera. Era el verano de 1902, las jóvenes de la burguesía Almeriense se afanaban en bordar y pintar sus cintas. Sus nombres, sus iniciales se adornaban junto al escudo de Almería, flores o pájaros. Conforme se recibían las cintas, la comisión fue repartiendo las invitaciones a los palcos entre las muchachas.
Los Hermanos Paniagua Porras estaban dispuestos a no pasar desapercibidos en aquella feria. Pepe, con un magnifico traje de jockey saldría de caballista en la carrera de cintas. Julio, preparó su traje corto de torero, pues sería uno de los dos valientes matadores de la novillada. Las hermanas Paniagua, como el resto de las muchachas, ataviadas con madroños, blondas blancas y mantillas, adornaban con flores su pecho y cabellos. Enrique preparado con su cámara, para inmortalizar aquella tarde.
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