Análisis

Juan Antonio Lorenzo

Alcaldes para siempre

Ambos dejan un legado indiscutible en sus municipios y son los más queridos de la provincia

Guardo, como un verdadero tesoro, mis primeros recuerdos en la política, de unos tiempos donde ser alcalde conllevaba hasta la responsabilidad de pedirle a un vecino que quitara el coche de un sitio porque donde estaba le molestaba a otro. Esta lección la aprendí muy pronto de la mano de José Berruezo, alcalde de Armuña de Almanzora, José Segura, alcalde de Bacares, o de José Antonio González, que presidió el Ayuntamiento de Lúcar. La experiencia de todos ellos me acompañó durante muchos años en mi trayectoria como alcalde de Serón y también en el tiempo que estuve al frente de la Mancomunidad del Almanzora, donde los tres hicieron un extraordinario trabajo. Con ellos nació un verdadero sentimiento de comarca y la impronta de unos municipios que se hicieron a sí mismos, a pesar de las dificultades y de las carencias tan grandes con las que tuvieron que lidiar en aquellos primeros años de la democracia.

Este año, José Berruezo y José Segura ponen fin a su dilatada carrera política como alcaldes de sus municipios. El primero, se va con cuarenta años de servicio a sus vecinos y vecinas a sus espaldas y con treinta y seis años,- y la misma entrega-, el segundo. Armuña y Bacares han prosperado durante este tiempo gracias a ellos, esto es justo reconocerlo, pero también por el constante apoyo y la ayuda que han recibido de sus vecinos, que les han demostrado, corporación tras corporación, una absoluta confianza en la gestión que han realizado. Estoy convencido de que, ante la proximidad de estas nuevas elecciones municipales, muchos se sentirán un poco tristes, a mí también me pasa lo mismo, pero sé que en ambos municipios los ayuntamientos quedarán en buenas manos el próximo 28 de mayo con los nuevos candidatos socialistas. Pero no solo por eso, que también, sino porque mis amigos Pepe Berruezo y Pepe Segura seguirán muy de cerca todo lo que ocurra en sus pueblos, echando una mano en lo que haga falta; oteando el horizonte por si se acerca una tormenta, se va la luz o a un vecino se le presenta una urgencia, -como han hecho toda la vida-, porque ellos ya serán alcaldes para siempre.

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