La tele más Real del año
Barbastro y adiós
El silencio implica la aceptación del desastre y la asunción de la derrota
Una matinal jornada de fútbol se acabó convirtiendo en la enésima demostración de que este equipo no ha tocado fondo. Su peor actuación sigue estando por llegar y, para más inri, los jugadores siguen impasibles, expectantes mientras el rival demuestra que no reparte caramelos y el público no es tan benévolo como aquí. La mayor de las suertes para esta plantilla y, sobre todo, para esta directiva es que la afición no va a montar ningún escándalo. En cualquier otra ciudad de España las protestas serían masivas en contra de una deriva penosa, alarmante y ridícula. Aquí no. Es un problema endémico de una sociedad almeriense que afecta a otros ámbitos que no tienen lugar en esta sección, pero que podrían tratarse largo y tendido. En ese afán por ir contra nuestros propios intereses, los jugadores van a mantener el discurso de ‘dejarse todo en el campo’ mientras la directiva calla. Dice nuestro refranero español que ‘quien calla otorga’. En este caso, si de verdad el silencio implica una aceptación del desastre, una asunción de la derrota y una lamentable opacidad, instalada desde hace mucho tiempo, no queda otra que asistir de brazos cruzados a un final escrito. Esto solo otorgaría un mismo veredicto desde el lado del respetable: cierren al salir. Las promesas, los juramentos y la parafernalia echa verborrea por aquellos que han jurado y perjurado que nunca íbamos a volver a Segunda es motivo más que suficiente para verlos fuera, lejos, muy lejos de Almería. Cada sentencia en la que se ha afirmado esa cuestión debería ser el clavo de la tumba institucional de un proyecto abocado al fracaso después de ir camino a ser el peor equipo de la peor zona baja de la historia de Primera y volver a caer en Copa otro año más por un equipo de tres categorías menos. Humillante y vergonzoso. Barbastro y adiós.
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