El miércoles el Sevilla FC levantó su séptima Europa League, el equipo español con mayor rendimiento en competiciones continentales. Cosas del fútbol, los de Nervión hace un par de meses pegaron un volantazo y cambiaron de director técnico. Jorge Sampaoli se fue a vender humo a Brasil y al frente del equipo hispalense se colocó el vasco José Luis Mendilibar. Con el Zorro de Zaldívar llegó la sencillez y el sentido común. La cercanía y el diálogo. El Sevilla entonces se preocupaba por no descender y ni siquiera en la cabeza del más forofo sevillista, se pasaba la idea de obtener otro trofeo europeo. Con no descender el objetivo último estaría cumplido. Los jugadores eran los mismos, pero comenzaron a llegar los resultados. El equipo se reencontró con su esencia, y se reconcilió con la grada. Y se fueron presentando los desafíos más grandes a los que los demás equipos españoles no han podido llegar esta temporada. Fenerbahçe, Manchester United, Juventus y la Roma, constituyeron los obstáculos de alto standing para que la séptima llegara a la capital andaluza. El equipo transitó como de la noche al día, con la ilusión, la fe y el convencimiento que esa competición es propia.

Se impuso en la final por penales y el destino quiso, también Mendilibar, que Gonzalo Montiel ejecutara el tiro de la victoria. El Cachete Montiel, de González Catán en colectivo, como dice Sabina, la acomodó como en la final del mundial cuando Argentina se impuso a Francia en Qatar. Primero el palo le devolvió el balón, pero el portero romanista se adelantó y hubo que repetir. El Cachete, especialista en ejecutar penas máximas cuando la presión atmosférica te ahoga, le volvió a cambiar la dirección de la redonda a Rui Patricio para que el Puskas Arena pareciera el Ramón Sánchez Pizjuán. Cuando la pelota entra, la vida puede ser maravillosa, parafraseando a Andrés Montes. Otra vez el Cachete. El pibe que con River le ganó a Boca en el Santiago Bernabéu, volvió a vestirse de héroe. Gracias al Dibu y gracias a Bono, pero hay que tener sangre de pato para definir en el momento en el que el ambiente se corta con un cuchillo

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