Penaltis, los del balonmano

La UDA ha convertido la pena máxima en una máxima pena, triste y amarga

30 de marzo 2022 - 01:48

La UDA ha alterado los porcentajes en los lanzamientos de penalti. El de eficacia general antes era del 70% y el del error, del 30% restante. Los unionistas han girado las estadísticas, con un nivel de gol del 36,3% - 4 de 11- y del 63,7% de fallo. El balance es tan estremecedor como curioso. Lo es porque se trata de los números del segundo equipo más goleador de la categoría. Hay que recurrir a la teoría, la que dice que la fuerte carga de ilógica es la grandeza y miseria del fútbol, para encontrar un antídoto contra la incredulidad. Es real porque ha ocurrido, pero parece más una tomadura de pelo. Un penalti a favor siempre es un motivo de alegría y, por el contrario, el fallo es toda una decepción, un desconsuelo sin consuelo posible. Esta acción-reacción deja este rastro porque todo el mundo entiende que un lanzamiento desde el llamado punto fatídico es como medio gol, una oportunidad sin parangón. La UDA ha convertido la llamada pena máxima en una máxima pena, triste y amarga, y no tiene a nadie en sus filas del que poder fiarse desde los 11 metros. Ramazani, con tres aciertos de cuatro intentos, es el que más se aproxima, pero Rubi lo dejó fuera de la convocatoria. Este periodista lo habría citado para situaciones como ésta. Le habría dado entrada y lo retiraría después del lanzamiento. El fútbol, así, sería una sucursal del balonmano, donde sí hay consumados especialistas que entran al parquet para anotar desde los siete metros y se sientan segundos después. La sugerencia no asegura el éxito porque nadie es infalible. Un penalti es un duelo desigual que los nervios iguala, pero el belga es un témpano de hielo. Un contexto que no se da en los entrenamientos, donde un penalti es una recreación, algo simulado, y las piernas no le tiemblan al lanzador.

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