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Álvaro Romero
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¡qué sería de nosotros sin la geometría! A más de uno le dará urticaria solo de pensar en ello. Un escalofrío ascendente por el eje de simetría dorsal en sentido vertical hasta el cenit de la nuca al recordar aquellas clases en las que bisectrices, alturas, apotemas y homotecias se amontonaban en los apuntes tomados en clase mientras el profesor llenaba la pizarra de garabatos. Pero superado este trauma infantil, la geometría se torna en un gran aliado para la vida cotidiana. La geometría es orden, ortodoxia y razón. Es la caja de herramientas universal que utilizamos para controlar nuestro entorno. La utilizamos inconscientemente para andar o conducir; para calcular y estimar distancias y tamaños; para organizar y ordenar nuestros espacios.
Y lo bueno de la geometría, es que no es rígida o inalterable, sino que permite ser moldeada y adaptada bajo distintas reglas de construcción para según qué caso. Desde pequeños estamos familiarizados con la geometría euclídea y con su sistema de tres coordenadas cartesianas. Todos sabemos medir una habitación en largo por ancho y por alto. Pero existen otras geometrías, con reglas y razones específicas para resolver otro tipo de problemas. Por ejemplo, cuando nos movemos en la superficie de la tierra a grandes escalas, la geometría cartesiana no es tan práctica y recurrimos a la geometría esférica, que es la adaptación de la geometría bidimensional de un plano aplicada a la superficie de una esfera. Aquí las reglas cambian, pues la suma de los ángulos de un triángulo sobre la superficie esférica no es siempre 180º, como sucede de forma invariante en el plano cartesiano. A cambio de rompernos los esquemas, obtenemos ventajas y beneficios para trazar rutas de navegación o para hacer cálculos en astronomía.
En arquitectura, la geometría siempre está presente. Bien como herramienta de orden y construcción de espacios, bien por un sentido meramente filosófico, estético, místico o metafísico. Incluso lo está hasta cuando es el enemigo a batir. En este último grupo, arquitectos como Frank Gehry, Zaha Hadid o Alejandro Zaera fuerzan el pliegue y el alabeo de las superficies en una titánica lucha con orden rígido que la ortodoxia cartesiana y gravitatoria parece dominar en el mundo construido. A pesar de ello, tras las pieles de apariencia libre y fluida de sus obras, se esconde un orden geométrico que soporta el trampantojo.
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