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Gumersindo Ruiz
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Almería/Se acabó lo bueno, la mejor cita mundial, esa por la que muchos salen a la calle a celebrar el éxito de su selección nacional en un deporte que no les interesa lo más mínimo. Pero esa es la esencia del campeonato del mundo, el mejor evento que se puede encontrar en el planeta. Le toca el turno ahora a una liga que vuelve esta semana y a una Copa que lo hizo la pasada. Introdujo Rubiales buenos cambios en el torneo copero con su llegada a la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol. Amplió el cupo de equipos y eliminó la doble vuelta. Excepto en semifinales, algo que el de Motril debería a atreverse a hacer. ¿Por qué la final sí se juega en 90 minutos y la ronda previa no? El dinero es lo único que interesa y si no que le pregunten a esos equipos que se ven obligados a cambiar sus instalaciones para un torneo que presume de ser de todos. De todos, pero allanando el torneo a los poderosos, que se ahorran algunas eliminatorias y que a priori disputan duelos más asequibles al estar el sorteo condicionado desde la primera ronda.
La otra mentira es la de los futbolistas obreros. Que me corrijan si me equivoco, pero un buen número de quienes juegan en Primera y Segunda Federación, incluso en Tercera (la quinta categoría nacional) viven del fútbol, militando en clubes que manejan un buen presupuesto. ¿Que no ganan lo mismo que aquellos que disputan Liga de Campeones? Por supuesto, pero sí tienen la suerte de vivir de aquello con lo que sueñan la mayoría de niños. El obrero del fútbol, o al menos eso tiene entendido este periodista, es aquel que después de trabajar ocho o diez horas, asiste a entrenar por la noche en un campo lleno de caucho para regresar a su casa cerca de las doce de la noche. El domingo toca coger el coche propio para hacerse decenas de kilómetros entre la ida y la vuelta, compartiendo la gasolina con compañeros y no viendo ni un euro del fútbol. El que se encuentra con la toalla y las chanclas preparadas para ducharse en el vestuario no es un obrero del fútbol...
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