L a UD Almería ha cerrado su mercado de fichajes en su regreso a Primera División. Con la marcha de Sadiq, el resultado es un peor equipo y una mejor plantilla con respecto a la 21-22. La venta del delantero de Kaduna no ha cumplido las expectativas en el aspecto económico (ni treinta millones ni supera a la de Darwin), en lo deportivo (pierdes a tu estrella) y en lo temporal (se va a 24 horas del final de esta ventana estival).

El encuentro en Zorrilla el pasado lunes es el fiel reflejo de la realidad sin Sadiq. Un ataque amordazado sin la espontaneidad del nigeriano. Largie Ramazani, el mejor en las primeras tres jornadas, fue una sombra sin su mejor compañero en el campo. Un Almería en reconstrucción, como dijo Rubi. Un Almería con la imperiosa necesidad de que sus nuevas piezas encajen. Y, con todo, un Almería más completo. El Bilal Touré, Lázaro Vinicius y Gonzalo Melero refuerzan una plantilla completa línea por línea. La mejor de la era Turki Al-Sheikh. Una portería de garantías, una defensa sólida, un centro del campo casi idéntico al curso pasado al que sumas a Melero y una delantera con muchos cambios, pero con perfiles bien diferenciados.

El asterisco (demasiado grande) de este plantel es la falta del hombre que daba sentido a la UDA en los últimos dos cursos. Sadiq Umar era vertebral, diferencial, único. Por más vestiduras que nos rasguemos, ya no está. Solo queda (sobre)vivir sin él.

El parón de selecciones de septiembre y el Mundial de Qatar serán dos bombonas de oxígeno para el cuerpo técnico. En ese final de año, otra pretemporada servirá para acabar de aclimatar a todas las incorporaciones. Muchos partidos en un camino pedregoso en el que la capacidad de Rubi de sacar provecho otra vez de su conjunto será vital en este peligroso tramo de la temporada. Una vez más, toca confiar en un equipo llamado a luchar por el descenso, pero con el claro objetivo de la salvación. La vida sin Sadiq.

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