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El amor y el miedo son dos emociones humanas básicas que, si bien pueden existir por separado, nos las encontramos juntas en numerosas ocasiones. El amor es una emoción positiva que comprende sentimientos de cariño, afecto y apego hacia alguien o algo. El miedo, por el contrario, es una emoción negativa que surge en respuesta a una amenaza (real o imaginaria) que tiene como objetivo proteger al individuo del dolor físico o mental. Si exploramos este binomio emocional en el contexto de nuestras manifestaciones psicológicas observamos como, a menudo, nos encontramos que una persona puede desear algo intensamente y al mismo tiempo temer lo opuesto o un contradictorio. Esta tensión puede manifestarse en diferentes áreas y generar importantes conflictos emocionales. Pongamos algunos ejemplos:
En el ámbito de la relaciones interpersonales una persona puede amar una relación pero albergar un intenso temor a la pérdida o a la dependencia; esta tensión puede llevar a patrones de evitación o de autoboicot. En el apartado laboral podemos acariciar la idea del éxito profesional pero, al mismo tiempo, temer la posibilidad de no estar a la altura lo que nos podría llevar a un estancamiento laboral. Si nos fijamos en el bienestar o el crecimiento personal alguien puede desear la idea de crecer o llevar una vida saludable pero a la vez teme renunciar a ciertos placeres o evita la disciplina que todo ello implica. Esto conduciría hacia una resistencia al cambio y el mantenimiento de patrones de comportamiento autocomplacientes. Resulta esencial, para evitar caer en el conflicto al que nos arrastra esta ambivalencia emocional, explorar e identificar bien nuestras tensiones internas. Tenemos que desarrollar estrategias para superar el temor o la resistencia que puede estar impidiendo la realización de nuestros objetivos deseados. Esto implica trabajar en la gestión emocional, la identificación y el cambio de las creencias limitantes. Mantener un buen equilibrio entre el amor y el miedo resulta esencial para vivir con razonable salud mental. Tenemos que invertir tiempo en reconocer y gestionar esta interacción de manera adecuada. Si nos preguntamos “¿qué es lo que me da más miedo?” y “¿qué es lo que más quiero?” seguramente obtengamos respuestas muy relacionadas. Seguidamente habremos de cuestionarnos cómo nos limita ese miedo a la hora de disfrutar de lo que amamos con mayor intensidad.
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