La cuesta de enero

La cuesta de enero es una metáfora debida a las apreturas del bolsillo tras las compras y gastos de finales de diciembre, a propósito del que se quiere como feliz paso del año que acaba al que se estrena. Sin embargo, aun con los acostumbrados deseos de prosperidad y las mejores intenciones que cada cual parece dispuesto a adoptar -hasta que queden en la agenda de los olvidos-, enero es asimismo el comienzo de un nuevo ciclo, aceptada la convención del almanaque de los años, que acaso se haga también cuesta arriba si se toma la perspectiva de la alta pendiente que sube la trayectoria de los meses, hasta que el año que comienza alcance su final, ahora tan relativamente lejano. Por no referir las desventuras de Sísifo, condenado a empujar una enorme piedra, cuesta arriba, que, antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo y esta frustrante situación se repetía una y otra vez, incesantemente. No será cuestión, en fin, de tener malos augurios con las uvas en remojo, sino de valerse del acuerdo de las costumbres, del protocolo de la tradición, para que el nuevo año solo tenga de coyuntural cuesta las estrecheces del bolsillo en enero. Y que las duras penalidades de Sísifo solo queden en la fabulosa lección de los mitos, sin que alteren la tan valiosa, pero poco valorada, normalidad de los días del año nuevo, que debe ser feliz y próspero, salud mediante, como corresponde a los buenos deseos.