Aplausos docentes

Los docentes han tenido que adecuar su diario ejercicio en las aulas a los "entornos virtuales"

García Sin duda alguna, el desempeño de los sanitarios constituye una actividad esencial, no solo en estos funestos tiempos de la pandemia aunque de manera mucho más perentoria y casi heroica frente a ella. ¿Y el de los docentes? La suspensión de la actividad en los centros educativos, como consecuencia del confinamiento que encierra entre las domésticas lindes de las casas, ha puesto de manifiesto, además de muchas cuestiones, la relevancia de la educación y el carácter casi insustituible de quienes profesionalmente la procuran. Si bien, más evidente puede resultar la función de tutela, guardia o custodia que en los centros educativos se lleva a cabo con la población escolar, sobre todo menor de edad, coincidiendo generalmente con la jornada laboral o profesional de sus padres. Así las cosas, la pandemia reúne en casa, durante todas las jornadas, a padres e hijos, de modo que la tan invocada conciliación de la vida personal, laboral y profesional se materializa, en formas dispares, de puertas adentro. Es frecuente y habitual, por ello, que una mayoría de padres ayuden a sus hijos en las tareas escolares y, con bastante más detenimiento que el permiten las jornadas ordinarias, conozcan la realidad y complejidad de la función de los docentes. La interacción, con presencia directa, es connatural a la educación. Por eso la educación a distancia, en el caso de la enseñanza obligatoria, se reserva para supuestos excepcionales. Y cuando se utiliza en otras enseñanzas o actividades formativas, generalmente se combina con sesiones o jornadas presenciales. De ahí una dificultad principal de la enseñanza en estos penosos tiempos del coronavirus y el empeño de atenuarla con distintos recursos tecnológicos y de comunicación virtual y digital. Sin embargo, el acceso a los mismos es limitado para buen número de familias y la "brecha digital" no es más que otra manifestación de la desventaja social, especialmente subrayada en esta calamitosa situación extrema. Los docentes, por tanto, han tenido que adecuar, en muy corto plazo de tiempo, su diario ejercicio en las aulas de los centros a los "entornos virtuales" y todo el aparataje tecnológico necesario. Además de ingeniárselas, sin que quepan casi opciones, para llegar de algún modo a los alumnos que más lo necesitan. Con las naturales disfunciones que una situación como esta provoca, en el tesón diario de los docentes se fragua el valioso tesoro que la educación encierra. Y eso también recibe aplausos sordos pero efectivos

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