Cuento egipcio

Del sarcófago de metacrilato pareció escapar un grito de ultratumba: «¡Que Thot aniquile esa alma impura!»

" ¡OH grandioso Osiris! ¡Cuánta clemencia has tenido con Set, tu hermano que te descuartizó! ¡Cuán inmenso el ciego amor de Isis, tu esposa, que recogió los trozos de tu cuerpo! ¡Cuánto prodigio el de los dioses Thot y Anubis, al embalsamar tu preciado cuerpo para que, adquiriendo nueva vida, reinaras sobre los muertos! ¡Cuánta lealtad la de tu hijo Horus, que te envió a Set, ya vencido, para que recibiera tu perdón! Quince años, gran Osiris, quince largos años de sangre derramada han hecho falta para derrotar la ferocidad de los egeos y los hititas, hasta postrarlos en Cadés. Victoria gloriosa como la de Senusret III, al anexionarse Nubia; como la de Ahmés I, que expulsó a los hicsos de Avaris; como la de Tutmés I, al alcanzar el gran río. Triunfo que te ofrezco, Dios de la Muerte, majestuoso sol que se pone. Apiádate, así, de mi alma y no la aniquiles. Que mi apesadumbrada alma reciba tu inacabable clemencia, al igual que hicieras con Set, divino Osiris». Los turistas se agolpan en la sala 52, la Mummy Room del Museo Egipcio de El Cairo, con una atendida curiosidad: «Y ahora podrán contemplar una de las momias principales del Museo. Se trata de Ramsés II, El Grande, Faraón de Egipto, de la XIX dinastía, nieto de Ramsés I e hijo de Seti I, que reinó desde el año 1279 al 1213 antes de Cristo. Sus restos reposan en una urna de metacrilato, que previene cualquier posible anomalía en el proceso de conservación. Los perfiles angulosos y el rostro ennegrecido se deben a las resinas de la momificación; pero, si se fijan bien, podrán comprobar una dignidad enorme, soberana, de la que emana una sensación de eternidad, nobleza y poder. Al lado de la urna está la de otro faraón memorable, Sequenenra, conocido como El Bravo; y la inmensa brecha que ven en su frente fue la causa de su muerte en combate». Recuperándose del asombro, uno de los visitantes pide información al guía: "Por favor, ¿podría decirme por qué el Museo ha estado cerrado desde 1981?". Después de dudar un rato, el cicerone responde: «Nuestro anterior presidente se empeñó en preservar los cadáveres de los reyes del antiguo Egipto de las miradas de los turistas occidentales, ya que él mismo se consideraba descendiente directo de ellos». Del sarcófago de metacrilato pareció escapar un grito de ultratumba: «¡Que Thot aniquile esa alma impura!».

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