Doctor Sánchez y señor Puente

El doctor Sánchez se hace pasar por un defensor de la democracia. Hasta que aparece el patibulario señor Puente

El extraño caso del doctor Sánchez y el señor Puente. Así podría llamarse la película –o más bien remake de bajísimo presupuesto– que la factoría de ficción de la Moncloa nos ofreció el otro día en la plataforma de streaming que ahora ha sustituido al Parlamento de España (si es que todavía existe esa desdichada nación). La novela de Stevenson (El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde) cuenta la historia del doble que habita en el interior de cada uno de nosotros: si nuestra apariencia es la del respetable doctor Jekyll, un bebedizo –o cualquier otra circunstancia– puede hacer aflorar al simiesco y maléfico señor Hyde. Pero el diabólico señor Hyde –que nadie lo olvide– es el juicioso y honorable doctor Jekyll. Uno y otro son la misma persona. Jekyll no podría existir sin Hyde. Y al revés.

Como es natural, una historia tan buena tuvo varias y muy memorables adaptaciones cinematográficas. Pero las películas basadas en la historia tenían un problema técnico: ¿cómo demostrar que esos dos personajes antagónicos eran en realidad la misma persona? La novela –y las películas– lo solventaban a través de un recurso técnico un tanto vulgar: un bebedizo químico. Pero el brebaje era un truco barato. Lo fascinante de la historia –lo inagotable de la historia– es que Jekyll es Hyde y Hyde es Jekyll, exista o no el brebaje.

Ahora bien, ¿cómo representarlo de forma verosímil? El problema parecía insoluble.

Ya no. Los productores de la factoría de ficción de la Moncloa encontraron el otro día un recurso imbatible. Y nos lo presentaron en rigurosa exclusiva en el Congreso. Y allí estaban, por primera vez en la historia, el doctor Jekyll frente al señor Hyde, uno al lado del otro, dos personas distintas en una sola identidad verdadera, sin trampas, sin bebedizos, sin trucos baratos. Los dos eran uno y el mismo, y cualquier espectador podía comprobarlo: el doctor Sánchez –tan apolíneo, tan envarado, tan pagado de sí mismo– era el selvático Puente que soltaba espumarajos por la boca como si fuera un chimpancé electrocutado. El doctor Sánchez nos hace creer que es un firme defensor de la democracia representativa. Pero en estas aparece el señor Puente y empieza a pisotear todas las normas elementales de la convivencia parlamentaria. ¡Y todos lo vimos! Bienvenidos a la nueva realidad, amigos.

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