La tribuna

Coronel Javier Soriano

CUANDO ESPAÑA LIMITABA CON RUSIA

17 de noviembre 2015 - 01:00

CCUANDO solemos referirnos a las grandes gestas de un puñado de españoles frente a la hostilidad de la naturaleza y de los indígenas, de conquistadores como Alonso de Ojeda, Hernán Cortés, Pedro de Alvarado, Francisco Hernandez de Córdoba, Francisco Pizarro o Bernal Díaz del Castillo, entre otros muchos. Pensamos habitualmente en los siglos XVI y XVII. Pero la iniciativa española en América no se acaba ahí. El siglo XVIII también está lleno de actividad exploradora y colonizadora. En este siglo, la necesidad de encontrar y dominar los pasos entre el Atlántico y el Pacífico, evitando asentamientos extranjeros, lleva a España a organizar expediciones a los extremos meridional y septentrional de América y establecer fuertes que reafirmen nuestra presencia.

Nuestra principal actividad marítima se va a llevar a cabo en el noroeste americano, lo que hoy es Estados Unidos y Canadá. Un explorador español, el mallorquín Juan José Pérez Hernandez, avista por primera vez la rada de Nutka (en la actual isla de Vancouver) en agosto de 1774, cuatro años antes de atribuírselo el británico James Cook. Alejandro Malaspina llega a la isla de Kodiak, ya en Alaska, donde los rusos han establecido su primer asentamiento en ese territorio. También participan en estas exploraciones de toda la costa noroeste americana por el Océano Pacífico hasta Alaska Oficiales de la Armada española como el bilbaíno Bruno de Heceta y Dudagoitia, el criollo limeño Juan Francisco de la Bodega y Quadra o el onubense Ignacio de Arteaga entre otros, con la intención de evaluar la implantación rusa en la zona y tomar posesión en nombre de la corona española.

Estas exploraciones tienen como base de partida el puerto de San Blas, en el actual estado mejicano de Nayarit, segundo puerto español en importancia en la costa del Pacífico tras el de Acapulco, y donde desde 1768 se había establecido una pequeña flota para la defensa de nuestros intereses en ese espacio geográfico.

En apenas 20 años los españoles habíamos reconocido y explorado las costas actuales de Washington, Canadá, Alaska, las islas de la Reina Carlota y las Aleutianas, levantándose mapas precisos que más tarde servirán como prueba de la pretensión de España de tomar posesión formal de esas tierras de acuerdo al derecho internacional.

Con estas exploraciones, dos naciones en las antípodas del continente europeo llegan a encontrarse, los españoles progresando desde nuestras posesiones en la Alta California, y los rusos que habían cruzado el estrecho de Bering para asentarse en la costa oeste de Alaska. Con su progresión desde el sur, España tratará de frenar el avance ruso desde el norte y a su vez, la penetración británica desde el este, desde el interior del continente.

En la isla de Nutka se construirá el Fuerte de San Miguel, y en otro islote el Baluarte de San Rafael, convirtiéndose así Nutka en el establecimiento permanente español más avanzado en la costa noroeste americana. Su defensa será asignada a la Primera Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña, unidad independiente que había sido organizada en 1767 con soldados procedentes del 2º Regimiento de Voluntarios Catalanes de Barcelona. Esta unidad se convertirá en la vanguardia de nuestro Ejército en los confines del Imperio.

Pero las disputas territoriales con Gran Bretaña por la ocupación de Nutka dieron lugar a la firma en el Monasterio de El Escorial en 1790, 1793 y 1794 de las conocidas como Convenciones de Nutka, tres acuerdos entre ambas Naciones por las que quedaron definidos el límite territorial siguiendo el paralelo 48, un poco por debajo de la actual frontera canadiense. Al quedar al norte de este paralelo, en 1795 España tuvo que desmantelar y abandonar el establecimiento de Nutka.

De estas exploraciones perduran hoy nombres españoles en islas y territorios de Washington, Canadá y Alaska, como las islas de San Juan, entre los estrechos de Georgia y Juan de Fuca, o isla Fidalgo en Washington, Victoria, isla Galiano o el glaciar Malaspina en Canadá, o las ciudades de Valdez y Córdova en Alaska. Estos nombres hacen honor a las gestas de nuestros compatriotas y son la prueba de que llegamos hasta los confines de la actual Rusia, donde el Imperio Español fijó frontera con esta Nación.

No es mérito nuestro haber tenido la suerte de heredar este impresionante legado, pero sí sería un demerito no conocerlo y conservarlo.

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