El presidente chino se ha puesto de perfil ante el conflicto. No quiere que acabe el bromance, que mantiene con el sátrapa ruso. El diálogo, entre ambos, es la secuencia de una película de Hitchcock, en la que la música no es el piano de Putin, ni el monólogo de Sharon Stone, en la plaza Roja de Moscú.

"Tú, en Ucrania, yo, en Taiwán". No parece la prosa de Scott Fitzgerald, ni la de Isabel Allende, sino el cuento chino de dos jerarcas, que no son sino un colt en blanco y negro. La estrategia del disimulo de Jinping es la de un mal actor, que lee el guion que le escriben, mientras calla el silencio: "Di que apoyas la paz, pero no hagas nada para impedir la masacre". China y Rusia brindan con vodka. Solo un desastre del ejército ruso, haría que Pekín dejara caer a quien hiela hasta el corazón de su amante: Alina Kabaeva. Jinping y Putin: ¿personajes de Graham Greene y John Le Carré? El espía que vino del frío se pregunta si, tal vez, Putin no sea una etopeya, una prosopografía y un retrato de Paula Hawkins. Con las metáforas tumbadas en el diván, que madame Bevenisti regaló a Freud. Al filo de las palabras, Numancia Kiev y Viriato Zelenski serán una trilogía de Ken Follett.

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