NO corren buenos tiempos para la ortografía. Si hiciéramos una encuesta y preguntáramos en qué año se publicó la nueva edición de la Ortografía de la RAE y la ASALE, los acertantes, fuera del ámbito de la filología, serían muy pocos. Escribir y leer son dos competencias inseparables la una de la otra. Si no se lee literatura de calidad, la escritura será pobre, con una competencia ortográfica deficiente, una competencia gramatical, con muchos errores, y una competencia semántica y léxica, con un vocabulario reducido e impropiedades.
Leer es una forma de acercarnos al conocimiento, a la cultura, a la información, al mundo de hoy, y al de ayer. La lectura es un tesoro, que debemos mimar con amor y dilección. Leer nos hace más libres y más cultos. La escuela, el instituto y la universidad tienen una gran responsabilidad: crear y formar lectores críticos y capaces de construir múltiples textos de diversa tipología, de acuerdo con el contexto. Textos, al fin, coherentes y cohesionados. De manera tal que construirlos y producirlos sean un placer y un gozo espiritual, que nos permitan desarrollar la creatividad más bella y hermosa. “Amar la lectura es trocar horas de insoportable tedio por horas de inefable y deliciosa compañía”, argüía John Fitzgerald Kennedy. Un argumento, fiel a su contexto (Teun van Djik).
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