Así se denominaba una infame ley proveniente de la república, de 4 de agosto de 1933 para el tratamiento de vagabundos, nómadas, proxenetas, homosexuales, invertidos, pederastas y cualquier otro individuo que pudiera ser considerado como antisocial. Fue restituida en la dictadura franquista (1954) como ley de peligrosidad social. Todo esto sucedía en unos años convulsos en libertades, en que los derechos sociales eran impensables para todos aquellos que no comulgaran con el régimen. Llevamos 23 años del siglo XXI y da la sensación de que los nostálgicos de aquella época quieren volver por aquellos fueros. Una vez que se constituyeron los gobiernos municipales y pactos de gobiernos autonómicos vemos que muchos de los cuales tienen el tufillo de los nostálgicos de la ley que da nombre a este suelto, disfrazada de buenos deseos y en algunos casos con la connivencia de los que dicen respetar esos derechos tan trabajados a lo largo de muchos años. Veremos, pues, dónde nos lleva todo este movimiento, pero lo que está muy claro es que no podemos retroceder ni un paso atrás, ni para tomar “carrerilla”, como se dice, hacia aquel pasado tan oscuro, tan negro.

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