República de las Letras
Agustín Belmonte
Prólogos
El encuentro genera conocimiento, enriquece a todos los que participan en esta convergencia. En este contacto las personas se conocen, crean lazos afectivos, cooperando para conseguir objetivos comunes. Puede que los intereses sean opuestos, pero el encuentro genera diálogo, siendo la tensión intelectual e ideológica, producida, el impulso que dirige hacia la solución de los problemas comunes que se presentan.
En esto consiste un Sistema político abierto a la participación de todos. ¿Quiénes son todos?, aquellos que comparten una cultura, una historia y una convivencia en común, es decir, un Estado nacional, regido por un Sistema parlamentario que promueve el encuentro, la confrontación de ideas, el trabajo en común, y la disputa dialogante, en la que se defiende ideas propias, que, desde posturas opuestas, intentan convencer a la Sociedad sobre una solución de futuro. Si se acierta continuarán en el poder, si no, la otra opción tendrá su oportunidad.
Todo sucede así cuando los participantes en el debate político se siente unidos en un círculo de expresión común, buscando imponer su punto de vista en la dirección política, estando de acuerdo en el mantenimiento del espacio de interlocución. Se difiere en ideas, pero la hermandad cultural los une y abraza.
Pero a veces la realidad no es tan perfecta, pues surgen ideas sociopolíticas que, más que transformar sin romper el pasado, quieren construir otra realidad de pensamiento, imbuidos por creencias mesiánicas. No transforman el espacio político presente, sino que lo olvidan y sustituyen por uno deseado por su ideología política. Excluyen cualquier opinión que contradiga su modelo de Estado deseado, no dialogan, ni escuchan, siendo el sistema parlamentario en el que están mero instrumento para conseguir sus fines. No creen en él, pero lo utilizan como oportunidad para alcanzar el poder e imponer sus ideas.
La libertad es poder dialogar, y que todos sean escuchados, pudiendo expresar la opinión propia, y no ser excluidos por pensar diferente. En España existe una historia secular compartida, enriquecedora, donde caben todos, sus opiniones y deseos, lenguas y costumbres, unidos por lazos de sangre, culturales y una lengua común. El diálogo se sustenta en un nexo lingüístico compartido, de tal forma que si quiero que el “otro” me entienda, que comprenda mi postura, e incluso colabore, se ha de hablar, y escuchar, en la misma Lengua. No hacerlo así es excluir al interlocutor, no querer entenderse con él, buscando imponer, de forma total, el pensamiento propio.
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