El rasgo definitorio de la información, que debe diferenciarla de la opinión, es la objetividad. Frente a los géneros de opinión que emiten juicios subjetivos y valorativos sobre acontecimientos ocurridos, los géneros informativos por excelencia tratan de presentar los hechos objetivamente. Pero, desgraciadamente, no ocurre siempre asi. A veces tras la aparente objetividad se encuentra una manipulación del mensaje informativo. Ante este posibilidad, hemos de adoptar siempre una actitud crítica; actitud crítica que no significa recelar de la buena fe de los demás, sino legitima exigencia de nuestra natural inclinación a la verdad y que, en contrapartida, ha de impulsarnos a no alterar, por nuestra parte, los datos que tengamos que transmitir. Unas veces la alteración del mensaje informativo se produce sin intención del autor, y esto puede deberse: a) a faltas fisiológicas del informante; b) a las técnicas de la transmisión, como erratas, faltas de redacción, posición psicológica del informante ante el suceso. Otras veces, la alteración del mensaje informativo se hace intencionadamente, por motivos políticos o personales, como es la selección de los mensajes, cuando publicamos unos y callamos otros, también en los mensajes publicados, resaltando determinados detalles y omitiendo otros, y sobre todo utilizando proposiciones estimativas que pueden influir en la opinión del lector; todo este proceso se basa en una manipulación del lenguaje acompañado de una información que no se corresponde con la realidad, sino más bien, producto de una tergiversación, esto da lugar a graves consecuencias como: incapacidad de pensar y de paso es una pantalla a la creatividad, manipular nuestra sociedad es transformar en conceptos aceptables las ideas repulsivas, es reducirla a simple adjetivo eufemístico, es mermar la educación de las personas, haciéndolas más dependientes, inseguras y en consecuencia menos libres, cuestión que está muy extendida en los dos últimos siglos; recordemos las palabras de Noam Chomsky: "La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica, porque destruye los cerebros". ¡Cierto señor Chomsky! ¿Pero acaso no se destruyen también los cerebros, cuando se oyen expresiones como la que manifestó el Presidente del Gobierno de España hace unos días en Lituania?, donde hablando del ejército se refirió a los soldados y a las SOLDADAS; evidentemente que esto es incorporar PALABROS a nuestra lengua, pero sorprende más de quien viene, precediéndole en su día la señora Calvo, que aseguro que el lenguaje inclusivo era imparable; o la señora Irene Montero afirmando: "La RAE no es el mejor ejemplo de lucha por la igualdad".

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