Metaverso ideológico

Los propagandistas del Gobierno tendrán que hacer contorsionismo tipo Cirque du Soleil para explicar el galimatías de Irene Montero

Sería una extraña justicia poética que una ley que no hacía ninguna falta -la ley del sólo sí es sí-, y que únicamente se aprobó por la cabezonería de Irene Montero, vaya a ser la causa de una grieta enorme -otra más- en el ya muy resquebrajado rostro de nuestro amado monstruo de Frankenstein. Los propagandistas al servicio del Gobierno -y los hay a mares- tendrán que hacer un contorsionismo de nivel Cirque du Soleil para explicar el galimatías en el que Irene Montero ha metido a Pedro Sánchez por esa curiosa mezcla de intransigencia, ceguera ideológica y desprecio absoluto a la realidad que guía sus pasos. Cualquier jurista que no haya obtenido su título en una escuela de samba de Copacabana (aunque los hay, los hay) sabe que el consentimiento explícito para toda relación sexual estaba perfectamente recogido en nuestro Código Penal. Y no fue más que la absurda megalomanía de Irene Montero la que se empeñó en crear una ley que iba a remediar -según ella- una anomalía penal que en realidad sólo existía en su ofuscada mente. Ignoro si existe algún medio fiable para estudiar cómo se instala el fanatismo en una mente humana, pero me temo que algunas de las personas que han participado en la redacción de esta nueva ley resultarían muy útiles como material de estudio. Hay gente que lleva un portentoso Metaverso ideológico bien incorporado de fábrica en sus neuronas. Y el Metaverso les impide ver cualquier atisbo de realidad, ni siquiera una miserable rendija.

Si nuestra legislación ya exigía el consentimiento pleno en toda relación sexual, ¿por qué se empeñó Irene Montero en redactar una nueva ley que ha resultado ser una chapuza jurídica superlativa? Por ese delirio fanático que nos hace creer los redentores de una humanidad sufriente -en este caso las mujeres- que necesitan la llegada de una especie de Juana de Arco que las redima para siempre del sufrimiento y de la explotación. Hay mucho delirio religioso -de hecho, hay una orden de monjas redentoristas- en esta obsesión por salvar a la humanidad pisoteada y por creerse el mesías que va a redimir a las mujeres de toda clase de amenazas y de enemigos (los hombres, los jueces, la derecha, el fascismo, los violadores, el hombre lobo: todo). Veremos a ver qué pasa, pero el ridículo de momento ya está hecho. El fanatismo ideológico tiene estas cosas.

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