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Nos ha tocado vivir una situación de pandemia que no hubiéramos pensado ni en nuestros sueños más distópicos. Sin embargo, la sociedad ha aprendido de un plumazo la importancia de los microorganismos patógenos en nuestra salud y ha adquirido de pleno una dinámica y un vocabulario propios de un laboratorio de Microbiología, manejando términos como asepsia o esterilización, aislamientos, secuenciación y un largo etcétera de conceptos que nunca habían estado tan en boga en los medios de comunicación y en la cultura popular en general. La microbiología se ha metido en nuestras vidas como un elefante en una cacharrería, arrasando con todo de la peor manera posible, incrementando, lógicamente, el rechazo hacia este tipo de organismos microscópicos. Sin embargo, ni todos los virus son perjudiciales (por ahí andan los bacteriófagos que merecen una mención aparte) ni todos los microorganismos son virus. De hecho, éstos no se clasifican junto al resto de organismos microscópicos en el Árbol Filogenético de la Vida que en sus tres Dominios (Bacteria, Archaea y Eukarya) incluye todas las formas de vida celular conocidas, tanto a nivel micro como macroscópico. De entre todos esos seres vivos celulares, los microorganismos comprenden el grupo más antiguo, numeroso y variado. Su origen sobre la Tierra se sitúa hace unos 3800 millones de años y los beneficios que nos ofrecen son patentes desde entonces. Les debemos, por ejemplo, parte del oxígeno que respiramos, la cerveza que nos bebemos o el queso que nos comemos, así como los antibióticos que nos permiten luchar frente a determinadas enfermedades. Pero no acaban ahí sus bondades, gracias a su diverso metabolismo y a los enormes avances en el campo de la Biotecnología hemos podido aprender a manipularlos y convertirlos en herramientas útiles que nos permiten desde producir enzimas empleadas en la obtención de detergentes hasta editar el ADN de organismos complejos como plantas, ratones o humanos, lo que va a permitir mejorar sectores como el agroalimentario o el farmacéutico. Si todo esto es posible con los microorganismos que conocemos y que podemos cultivar en el laboratorio, ¿qué podremos lograr hacer con el 90% restante que permanecen como "la materia oscura microbiana"? Sólo con investigación científica podremos desentrañar este misterio y desvelar, aún más, sobre la cara amable de los microorganismos.
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