Preguntas y respuestas

Ocasiones hay en que, en lugar de esperar respuestas, más conveniente resulta callarse las preguntas

Una rueda de prensa sin preguntas de los periodistas es una situación desnaturalizada. Bastaría con facilitar notas o grabar videos, sin necesidad de concurrencias silenciosas que, aunque resulte contradictorio, acaban aceptándose con naturalidad. Si bien, cosa distinta es la naturaleza de las preguntas y el carácter de estas, no solo referidas a la actualidad informativa y hechas a los protagonistas de la palestra política. En un particular ejercicio de recuerdos, Memoria de mis putas tristes, García Márquez escribe: "el diablillo que sopla al oído las respuestas devastadoras que no dimos a tiempo", como si el sino, bajo la forma de una diablura, alumbrara de este modo, y a destiempo, las razones de un silencio pretérito. Saramago, con razón, argumentaba decididamente a favor de dar respuestas a los viejos: "A los viejos, a todos, se les debe responder siempre, porque siendo ya tan poco el tiempo que tienen para hacer preguntas, extrema crueldad sería dejarlos privados de respuestas, recordemos que una de ellas bien pudiera ser la que esperaban". Así lo expresó en la mundana, que no sagrada, escritura de El evangelio según Jesucristo. Aunque, en este caso, más que responder, con un acto compasivamente piadoso o una condescendencia tranquilizadora, se trata de dar, al modo debido, la respuesta cierta. De manera que se conjure con ello algo tan asimismo contradictorio como una tardía respuesta de silencio: "Las respuestas no llegan siempre cuando uno las necesita, muchas veces ocurre que quedarse esperando es la única respuesta posible", en clarificadora sentencia de su Ensayo sobre la ceguera. Y Javier Marías, en "un día estúpido" que altera la existencia y la relación de los protagonistas de Berta Isla, propone que, al cabo, en lugar de esperar respuestas, más conveniente resulta callarse las preguntas: "Es mejor no preguntar lo que en ningún caso va a ser respondido, o no con la verdad. Eso solo trae frustración. Más vale esperar a que el otro cuente cuando no le quede alternativa, cuando su situación sea desesperada o esté al descubierto, o ya no aguante más callar (y casi nadie aguanta callar hasta la sepultura, ni siquiera lo que lo mancha y perjudicará su memoria)". Con estas literarias luces sobre las preguntas y las respuestas ocupa y deleita el periodista su pensamiento, mientras la rueda de prensa transcurre con un argumentario de ocasión no sujeto al escrutinio de las interpelaciones.

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