La Corona de la Reina

Silvia Segura Fernández

Rozando el larguero

En el 93, la diestra del capitán estrelló el esférico en el travesaño. Un empate frente al Athletic no estaba mal…había que celebrarlo

Domingo 16.00 de la tarde, la mejor hora para ir al viejo "Juegos del Mediterráneo". Los vascos venían en racha, ganar nos metía en Europa. Un río de gente tomaba la misma dirección, una especie de marea en rojo y blanco por la Avenida principal de la Vega de Acá.

Las almas deliran con el fútbol. Un objeto redondo que rueda a golpe de patadas es capaz de generar en la gente un pasión tan brutal y desenfrenada que transforma el vocabulario remilgado y decoroso del más correcto, en soez y chabacano desde la primera falta que no se pita hasta el último penalti a favor o en contra. Tenían abonos de fondo. Aficionados puros, de los de autobús y transistor. Un duelo con los leones que supondría mucho más que un puesto en la clasificación. 1-1. Se podía haber ganado. La música sonaba estridente.

Se quedó afónica, a pesar de beber ron sin hielo con cola baja en azúcar, intentando que escuchara lo que en un ambiente en calma sería sencillo de explicar. Demasiado simple, quizás. La llevaba observando desde que llegó. No llamaba excesivamente la atención. Su altura no sobrepasaba el 1,60 pero la distancia entre su corazón y el cielo era inmensacuando sonreía. Lo hacía abiertamente y su diminuto cuerpo se contoneaba al ritmo de su melena suelta, que en movimiento simulaba las olas del mar. El dj se dejaba querer y de forma aleatoria pinchaba lo que sus caprichosle iban marcando. A esas alturas ya se le había olvidado por qué decidió dejar de llorar. Se le había borrado de la mente por qué se había abandonado durante tanto tiempo. Decidió bailar. Bailar, al menos una vez. Horas antes sus pies chapoteaban en su propio llanto. Su amargura la llevó a una fosa y se alimentaba de su propia agonía. No saber genera ansiedad. Por más que lo intentaba no lo entendía, pero la respuesta estaba en cada detalle. El camino inmenso entre sus dudas y su certeza, entre su frialdad y su entrega, el abismo entre sus labios y sus besos, entre sus ganas y su falta de deseo…pero olvidándose de todo y de todos, bailó y volvió a pensar en lo más importante, en ella. Se recordó alocada, a carcajada limpia, divertida y espontánea. En su estado puro. Retornó a ese tiempo pretérito donde sus pupilas centelleaban. En el minuto 93, la diestra del capitán estrelló el esférico en el travesaño. Un empate frente al Athleticno estaba mal…había que celebrarlo

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