Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
DESPUÉS del reciente crujío en los impuestos sobre la gasolina y el tabaco, el presidente Zapatero ha prometido que este año no habrá más aumentos de impuestos. Habrá que creerle. O no, a tenor de la afición que ha demostrado este hombre a incumplir sus promesas (excepto la de cerrar la central nuclear de Garoña, que sí piensa ejecutar, aunque sea sustentándola en datos falsos).
Sorprendió Zapatero en su mandato anterior al asegurar, contra la tradición de la socialdemocracia, que "bajar los impuestos es de izquierdas", y él lo hizo moderadamente, subido a la cresta del crecimiento económico que permitía mantener los servicios sociales sin afectar a las cuentas públicas. El baño de realismo que finalmente la recesión ha traído a las previsiones gubernamentales le ha forzado a variar el rumbo. Ahora ha decidido una mayor presión fiscal a fin de no llevar el déficit a extremos inasumibles.
Pero ni siquiera en estas circunstancias ZP olvida su adhesión al pensamiento blandito y su aversión a pedir sacrificios. En vez de explicar que las cuentas no salen y que la cobertura del desempleo y las obras públicas exigen apretarse el cinturón, el Gobierno pretende hacernos creer que las medidas fiscales adoptadas persiguen fines benéficos. De este modo, a los apestados fumadores se les da la clavada por su propio bien, para que dejen de fumar y lleven una vida más sana, sin tener en cuenta que, a estas alturas de persuasión y represión contra el fumeque, la demanda de tabaco es de lo más inelástico (vamos, que los que siguen presos de este vicio no se quitarán por el impuesto). Los automovilistas, por su parte, deberán pagar más por cada litro de combustible, pero, se nos ha dicho, no por que el Estado necesite nuevos ingresos, sino para que los conductores utilicen menos los coches. Lo cual alberga una paradoja impresionante: el mismo gobierno que aprueba subvencionar con 2.000 euros a los que compren un coche nuevo sube el precio de la gasolina que tendrán que usar los subsidiados compradores. ¿Qué quiere, que compren el vehículo y lo dejen aparcado? Tampoco se recatan en defender la subida de los combustibles como mecanismo de lucha contra la contaminación atmosférica. El cambio climático no podía faltar como mantra de quien, sencillamente, ha decidido subirnos los impuestos, pero trata de venderlo como un avance más hacia una economía sostenible y saludable.
Son insaciables: quieren quedar bien hasta cuando es imposible que queden bien. Un gobernante que le sube los impuestos a la gente seguro que está cargado de razones para hacerlo, pero no puede pretender que le aplaudamos por ello inventándose pretextos y subterfugios.
Aparte de que un ciudadano que debe pagar más a Hacienda tendrá menos para consumir y para ahorrar. Hasta yo sé eso.
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