EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

Tararí y Tarará

23 de septiembre 2009 - 01:00

NO conozco una descripción mejor de nuestro panorama político que la que hizo Lewis Carroll en el capítulo cuarto de Alicia a través del espejo. Ese libro fue escrito hace ya algunos años, casi 140 para ser exactos -que ya es decir-, pero da igual. Todo lo que se cuenta ahí parece escrito ayer mismo. Y es que los clásicos tienen la inquietante capacidad de anticiparse a los hechos, igual que los buenos futbolistas, porque saben crear personajes que se convierten en arquetipos universales y perduran a través de los años y de los continentes.

Y ahí es donde aparecen los hermanos Tararí y Tarará, que sir John Tenniel dibujó con una fea gorra de colegial y una tripa enorme y una elocuente cara de pocos amigos. Tararí y Tarará son mellizos, se visten igual y viven en el mismo bosque. Los dos tan tercos, antipáticos y rencorosos. Los dos están empeñados en tener razón. Los dos son incapaces de alejarse el uno del otro. Y los dos no pueden parar de discutir por culpa de un sonajero roto. ¿Quién rompió el sonajero? Ahí es donde empiezan los problemas. Tararí dice que el sonajero lo rompió Tarará. Pero muy bien podría ser al revés. El caso es que los dos tienen que batirse en duelo, para vengar de una vez la intolerable rotura del sonajero.

Estoy convencido de que estos dos mellizos -Tararí y Tarará- son los dobles casi clónicos de Zapatero y Rajoy. Siempre envidiosos, siempre malhumorados, siempre acusándose de haber roto un bonito sonajero, nuestros Tararí y Tarará son indistinguibles, porque ninguno de los dos sabe cómo puede arreglarse un sonajero, o incluso si hay una forma humana de arreglarlo. Es cierto que un buen observador puede apreciar algunas diferencias superficiales entre ellos. Tararí parece más simpático que Tarará -parece, sólo lo parece-, y además sabe ponerse unas corbatas elegantes que le dan cierto aire distinguido, mientras que Tarará se empeña en llevar una barba postiza (o que lo parece) y se empeña en ponerse unas corbatas teñidas por algún pigmento sulfuroso de río Tinto. Ahora bien, aparte de esas diferencias, en el fondo son idénticos. Los dos siempre quieren tener razón. Y los dos son incapaces de encontrar un motivo de acuerdo con el otro, aunque sólo sea para averiguar dónde diablos está el sonajero roto que hay que arreglar.

Al final del capítulo de Alicia a través del espejo, no sabemos quién gana. Y no lo sabemos porque el duelo no llega a producirse. En el momento de pelear, Tararí dijo sufrir dolor de cabeza, mientras que Tarará se quejó de dolor de muelas.

-Pues entonces, combatamos hasta las seis, y luego ¡a cenar! -dijo Tararí.

"¡A cenar!". Ése sí que es un maravilloso grito de guerra. Y es que, cuando Tararí y Tarará van a cenar, siempre invita la casa.

stats