Paulo Freire afirmó de manera tajante que «somos seres de transformación, no de adaptación». Cuando Freire dice «somos» es porque no depende de la situación, de la época, de las preferencias, de la inclinación política o las ganas que tenemos de transformar. Siempre lo somos. «Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos», añade Eduardo Galeano. Lo que nos diferencia de las piedras, las plantas y los animales es justamente eso: modificamos nuestro entorno, nos modificamos a nosotros mismos, constantemente, incluso cuando no queremos modificar nada. El ser humano puede, de manera totalmente intencionada, imaginar otros caminos posibles o simplemente decidir no hacer nada, en cuyo caso está optando claramente porque predomine lo que hacen otras personas, lo que hace la naturaleza o las circunstancias, pero siempre es una decisión consciente y personal.

Si actuamos siempre y transformamos siempre (ya sea para mal o para bien) se debe a que aprendemos siempre. Nuestra supervivencia se basa en el aprendizaje. Todo tenemos que tomarlo prestado, nos viene de fuera, y justamente por ese motivo la naturaleza ha puesto en nosotros un instinto irremediable: la capacidad de aprender.

Este concepto de aprendizaje no se ciñe solamente a lo que se enseña en la escuela, ni siquiera a aquello que conscientemente alguien nos enseña. Es un concepto mucho más global. Aprendemos cuando nos caemos, cuando nos sentamos, cuando nos movemos… y aprendemos sobre todo en sociedad, a través de nuestra relación con las demás personas: familia, amistades, docentes e incluso personas que nos cruzamos cada día por la calle. Aprendemos observando, imitando, resistiéndonos, enamorándonos, enfadándonos, a veces de buen grado, otras veces a base de dolor… Da igual. Es imposible no aprender.

Esta idea tan simple conviene tenerla presente siempre, en todas las facetas y situaciones de nuestra vida, pero especialmente cuando nos relacionamos con jóvenes. Como docentes, no podemos considerar que el aprendizaje se produce solo en los contenidos de lengua, matemáticas o inglés. El aprendizaje ha empezado desde que te ven llegar por la mañana, en el patio o al fondo del pasillo, en la manera en que saludas y te despides, en la forma en que les miras. En nosotros está decidir en qué sentido queremos que sean los aprendizajes, que será el sentido en el que nos transformemos y transformemos el mundo.

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