Viaje al centro de la tierra

Que deje de moverse el centro de la Tierra no es un apocalíptico desenlace, sino un atractivo reclamo

Julio Verne era, en la acepción más a propósito de visionario, un escritor que, ficción aparte, se adelantó a su tiempo en el argumento de sus novelas. Otros visionarios, sin embargo, resultan bastante menos recomendables, ya que son propensos a las fantasías exaltadas y firmes creyentes de las quimeras más despampanantes. Viaje al centro de la Tierra es una conocida obra del escritor francés, que se publicó en 1864. Y en estos días, dos científicos de la Universidad de Pekín concluyen que el núcleo de la Tierra se ha frenado. Más bien no es lo que concluyen los investigadores, sino lo que dicen los titulares de prensa como atractivo reclamo para la lectura.

La cuestión es que el núcleo interno de la Tierra -una esfera prácticamente de hierro, de 2400 kilómetros de radio, a más de 5000 kilómetros de profundidad y con su superficie tan caliente como la del Sol-, se ha tomado un respiro, parándose, y después, no parece que por capricho, está girando en sentido contrario al de la superficie del planeta, ya que tiene un movimiento de rotación propio por estar rodeado de un núcleo externo líquido. Cuestión que no llevará a un apocalíptico desenlace -tan propio de los peores visionarios-, sino, si acaso, a imperceptibles acortamientos de los días, en fracciones de segundo, y muy ligeras variaciones del clima y el nivel del mar.

Más recomendable resultará, por ello, darse a la lectura de las páginas de Verne, ya que una singular expedición, tras el itinerario escondido en el criptograma de un alquimista, viaja al centro de la Tierra descendiendo desde un volcán de Islandia, cercano a Reikiavik, hasta volver a la superficie en una erupción del Estrómboli, en el Mediterráneo. Sin que en el viaje subterráneo falten laberintos, chimeneas, torrentes, túneles, cavernas, géiseres, bosques de hongos gigantescos, esqueletos fosilizados, además de un mar inmenso con peces extintos, monstruos marinos enormes en luchas feroces, sin percatarse de los pequeños intrusos que navegan en una balsa, sorteando además tempestades, relámpagos, discos de fuego, hasta dar con los arrecifes de la costa y, expedición adelante, la chimenea de un volcán que los arrojará a la isla italiana. Una pamplina, en fin, que se pare el centro de la Tierra con tan poca literatura.

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