Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Vienen a por nosotros

El individuo en cuestión es tan desahogado que te tienes que rendir, y darle cancha. A fin de cuentas, aguantamos y hasta pagamos a cada merluzo, cada fantasma, cada vanidoso y, a lo que vamos, a una caterva de mentirosos -pero si gracia alguna, sino tremendamente soporíferos y encima solemnes--, que te relajas y lo disfrutas. El tipo se llama Eno Alaric, de condición viajero del tiempo: viene, en concreto, de 2671, y lleva pues unos seis siglos y medio rebobinando vida con sus propias leyes de la Fïsica y la Patafísica. Por lo que quiera que sea el hombre ha caído en el siglo XXI. No he podido dar con su nacionalidad, aunque, bien mirado, ser titular de un pasaporte es incompatible con su trayectoria -y qué trayectoria-.

En realidad, no he dado ni con la noticia original. La sé de segundas por periódicos con pedigrí (ya saben, la mucha raza también confunde): "En dos meses, los extraterrestres conquistarán la Tierra y se apoderarán de la especie humana, y un héroe disidente [de los marcianos, o sea, los malos] se llevará a 8.000 terrícolas elegidos a otro planeta habitable". Como es muy improbable que yo esté entre ellos, espero que al aterrizar -o como se diga según tal destino, quizá ergotelurizar, logoescalarse o transfostiarse- una manada de lindos pajarracos se lo zampen a todos, como a Meryl Streep en el estrambote final de No mires arriba: es lo que nos merecemos. Carezco de buenos datos porque Alaric -que, eso sí lo he visto, tiene toda la cara de ser un primo eslavo de Miguel Barceló el pintor- se prodiga en Tik Tok, y, al yo querer acceder a la red china, me pide datos, me inquiere sobre si quiero entrar mediante Google o Facebook o por algún otro agujero negro; si soy un yo u otro yo mío, y me dice que mi contraseña es falsa y me pide más información para, a lo mejor, poder llegar, ahíto, a la orilla donde la gente se marca bailecitos. Entrego, lógicamente, la cuchara. Y leo información secundaria, o sea, noticias de la infinita Terra Incognita de internet. Relatos que, en general, tienen menos papeles que una liebre jipi.

Ahora llegan otros relatos, un tropel promesas realizadas con prosodia de megáfono y destinadas a asegurar el voto de los caladeros electorales. Ahora que Iker Jiménez se ha aburguesado y su discurso transita hacia análisis sesudos, con lo divertida que era su psicodelia de ovnis tripulados por canijos androides cabezones y grabaciones de ultratumba, Eno Alaric, entre transmigración y transmigración, nos ofrece evasión clásica. Carnaza, sí. No te promete metros, puentes y millones de castillos en el aire.

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