El agotamiento de un modelo

Debemos aspirar a un modelo económico compensado y equitativo que sea capaz de equilibrar el sector primario

Después de la crisis generada por la pandemia de la COVID-19, lo que sí ha quedado claro es que el modelo económico del país está agotado. En un primer momento, por la propia estructura del Estado que es insostenible. Cuatro administraciones públicas paralelas que comparten prácticamente las mismas competencias y un sólo presupuesto general que amenaza con volcar. Concursos públicos que aún no prevén los sobrecostes, cuando en el ámbito privado se establece alrededor del diez por cierto presupuestado. Y la capacidad de la contratación de personal a dedo. Toda esta estructura sobredimensionada del Estado hace que el motor económico del país no sea productivo, sino que se erija como especulativo. Alimentando la red clientelar y primando más el modelo de contratación del cuñado, que el competitivo y, por ende, el de la búsqueda de la excelencia como aliciente del desarrollo. Tanto trabajas, tanto vales.

Y por otro lado, tenemos ese rol que nos han inculcado nuestras propias élites de ser una sociedad de sirvientes. Conformistas, acomplejados y acomodados. Amén de que uno de nuestros hijos no desbanque al primogénito matado y botarate del que tiene los billetes. La industria turística es un fracaso, en tanto en cuanto, el PIB del país depende de ello. Es una industria cíclica, que nos hace ser dependientes del resto de países que vienen de verano, siempre y cuando, todo les vaya bien. Y que esperan que el españolito de turno les haga las camas, les ría las gracias y les limpie. Una industria que eleva el coste del precio del terreno y hace casi imposible optar a una casa en nuestra propia tierra, por la especulación. Debemos aspirar a un modelo económico compensado y equitativo que sea capaz de equilibrar el sector primario, proteger la industria agrícola y ganadera, para ser autoeficientes; potenciar un sector secundario que sea capaz de asumir los retos de una sociedad de futuro, aprovechando el posible momento de recuperación como una oportunidad para impulsar la transición industrial hacia un nuevo modelo socioeconómico que sea climáticamente neutral, resiliente, sostenible e inclusivo. Es lo que se conoce como Green Recovery o recuperación verde. Que tenga en el desarrollo tecnológico y en las energías renovables su referencia. Porque si no es así, seguiremos siendo ese pueblo de cabreros, al que parafraseaba Jaime Gil de Biedma, pero esta vez de Europa: los nuevos esclavos del siglo veintiuno.

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