OPINIÓN | Luces y razones
Antonio Montero Alcaide
Las cosas del querer
Cuando se habla del origen del milagro agrícola almeriense, la narrativa popular suele evocar la figura casi legendaria de “Paco el Piloto”. Esta simplificación, aunque memorable, oculta una historia mucho más rica y compleja. Nuestro modelo de éxito no nació de una intuición aislada, sino de un largo proceso de observación, experimentación y, sobre todo, de planificación y aplicación rigurosa del conocimiento agronómico.
La verdadera clave, mucho antes que el plástico, fue la arena. No era una idea nueva. El almeriense Ibn Luyun ya mencionaba en 1348 las ventajas del enarenado en su Tratado de Agricultura. Esta técnica ancestral resurgió en 1880 en la costa granadina, donde los agricultores observaron que una capa de arena sobre el suelo rompía la capilaridad, reducía la evaporación y mitigaba la salinidad. De allí, esta práctica saltó a Adra y Guardias Viejas y, finalmente, colonizó el Poniente.
El gran salto cualitativo llegó en los años 50 con el Instituto Nacional de Colonización (INC). Dos ingenieros agrónomos, Leandro Pérez de los Cobos y Bernabé Aguilar Luque, fueron decisivos. En 1956, el INC creó dos explotaciones piloto, una sin arena, la Parcela 24, asignada a Francisco Fuentes (“Paco el Piloto”). La otra enarenada, la Parcela 74, asignada al agricultor de Adra Francisco López. El resultado fue claro, el enarenado multiplicaba la productividad.
El siguiente paso fue proteger el cultivo. En 1960 comenzaron pruebas con plásticos, y en 1963 se instaló en la Parcela 24 el primer prototipo del que hoy conocemos como invernadero “tipo Almería” o “Solar”, basado en la estructura tradicional para uva de mesa, el parral, pero recubierta con polietileno.
Los padres intelectuales de esta innovación fueron, de nuevo, los ingenieros Leandro Pérez de los Cobos y Bernabé Aguilar Luque. Diseñaron un ensayo de 500 m2, con 100 m2 al aire libre como testigo. Para su construcción, el INC trajo operarios expertos en parrales desde el Campo de Níjar.
El éxito fue inmediato y rotundo. En apenas un año ya se estaban levantando cuatro nuevos invernaderos, dando inicio a una transformación económica, agraria y social sin precedentes en Europa.
El Modelo Almería no nació de un accidente afortunado ni de una genialidad individual. Fue el fruto de una planificación técnica, innovación institucional y una visión agronómica fundamentada en el método científico.
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