Las arterias del tirano

11 de julio 2025 - 03:06

Muy antiguo es el conocimiento de las arterías, los amaños o astucias que emplean los tiranos para guardarse o mantenerse en su estado y señorío. Egidio Romano, escritor y teólogo agustino, que nació sobre 1243 y murió en 1316, compuso, para la educación de Felipe IV de Francia (1268-1314), una obra, Regimiento de príncipes, de la que todavía puede sacarse provecho. Una primera de esas arterías del tirano es la de someter, entonces matar, a los nobles y poderosos, por temer que se levantaran contra él. Otra la de anular a los sabios, ya que si los tiranos hacen siempre contra razón, no quieren que haya quien los entienda y buscan que se extienda la necedad, de modo que no pueda ser movido el pueblo y levantarse frente al tirano y sus males. No falta el tener “muchas escuchas por el reino que le vengan siempre a decir todo lo que hacen los ciudadanos, así que sepa siempre lo que dicen o lo que hacen, temiendo que le querrán contradecir, porque cuando ellos supieren que les andan acechando no se osan ayuntar contra él”. Y otra tropelía es la de mover bandos y guerras entre los amigos, los caballeros o los pueblos, destruyendo todas las compañías y amistanzas, “así que ni acuerden caballeros con caballeros, ni ricos con ricos, ni pueblos con pueblos, y así no se podrán levantar contra él”. Frente a estas maneras del tirano, el buen príncipe se deja guiar y busca la cercanía de quienes de mejor manera y con más valiosas facultades contribuyan al buen gobierno del reino. Y, en lugar de hacer escuchas entre los ciudadanos, debe procurarlas en el caso de los extraños y enemigos. Mas sí debe haber en las ciudades escudriñadores que sepan de las materias en que deba hacerse justicia en lo que cumpla. Ha de tener el buen príncipe, además, “gran cuidado de procurar paz y avenencia entre los ciudadanos, y, si hay alguna discordia, pugna por los avenir, así que todos tengan mientes al bien común así como a él”. En una glosa de esa obra de Egidio Romano, realizada por fray Juan García de Castrojeriz para la educación del rey castellano Pedro I, que vivió de 1334 a 1369, se afirma que los filósofos clásicos denuestan mucho al tirano, pues Séneca manifiesta que es “tal como el custodio de la justicia que la corrompe, y como el tesorero que recibe el algo en depósito y lo gasta o lo niega”.

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