Ni es cielo ni es azul
Avelino Oreiro
Se adelantó el invierno
Marcelino Valentín Gamazo fue un abogado y jurista de prestigio, guipuzcoano, nacido en Arechavaleta en 1879. Fue abogado del Estado y republicano, de firme creencia católica. En 1935 fue nombrado Fiscal General de la República por el Presidente Niceto Alcalá Zamora. En el desempeño de su cargo ejerció la acusación contra el cabecilla de los socialistas, Francisco Largo Caballero, como instigador y responsable del alzamiento revolucionario de octubre de 1934, que pretendía el derrocamiento –en palabras de líder socialista- de la “república burguesa” y la instauración de una “república socialista” y de la “dictadura del proletariado”.
Pidió para él treinta años de prisión por un delito de rebelión armada. En el transcurso del juicio, Largo Caballero mintió abiertamente y, aunque quedó demostrada su culpabilidad, el Tribunal Supremo decidió absolverlo echando mano del principio In dubio pro reo, quizá por miedo a represalias de las milicias de izquierdas y por no tensar más la situación civil española, ya de por si muy delicada. Valentín Gamazo dimitió entonces de su cargo de fiscal general. Tras el estallido de la Guerra Civil, marchó con su familia a una finca que su esposa poseía en Rubielos Altos, provincia de Cuenca, pensando que allí estarían más protegidos.
El 5 de agosto, dos pistoleros del PSOE venidos de Madrid y acompañados por un nutrido grupo de milicianos también socialistas, tras robar una camioneta, se presentaron en la casa de Rubielos y se llevaron por la fuerza a Valentín Gamazo junto a sus tres hijos varones mayores (el abogado tenía nueve vástagos). Pararon en un olivar junto a la carretera entre Tebar y Picazo; allí los ataron a olivos y los torturaron. En la madrugada los asesinaron a los cuatro, disparando primero a los hijos, de menor a mayor edad, 17, 20 y 21 años respectivamente, para infringir mayor sufrimiento al padre en sus últimos momentos. Dejaron abandonados los cuerpos y marcharon a Picazo a un bar para celebrar la hazaña. Días después, los cadáveres abandonados, ya bultos en avanzado estado de putrefacción, fueron encontrados por vecinos del pueblo y devueltos a la familia; los envolvieron en mantas y los llevaron ante la viuda y sus hijos.
La escena fue al parecer dantesca. Fueron enterrados en Rubielos. Uno de los asesinos fue identificado por el gobierno franquista dos años después de terminada la Guerra Civil. Fue juzgado, condenado a muerte y ejecutado.
También te puede interesar
Ni es cielo ni es azul
Avelino Oreiro
Se adelantó el invierno
Utopías posibles
Silencio personal y movilización social
Opinión
Aurelio Romero
Otro cambio de opinión
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática