Pero qué bonita eres

Las expectativas o creencias sobre los logros personales ayudan, no poco, a hacerlos realidad, de una forma u otra

Con este mismo título, una adolescente, que nació con solo una mano, anuncia y vende las joyas que elabora, con solo esa misma mano, a fin ahorrar ante el propósito de hacerse con la prótesis que le ayude, entre otras cosas ordinarias, y por eso especialmente valiosas, a mondar una manzana. "Pero qué bonita eres" le dice, una y otra vez, su madre, desde nada más nacer, y así ha crecido sintiéndose, a la vez, bonita y capaz, porque todo lo que agrada se extiende más allá de aquello que tal sensación produce.

Efectos como este tienen una denominación más conocida entre psicólogos y educadores: el efecto Pigmalión. Para explicar que las expectativas formuladas con respecto a los logros o las capacidades de una persona ayudan, realmente, a conseguirlos. Puestas las cosas en sentido contrario, creencias u opiniones limitadas, asimismo repetidas con alguna constancia, inhiben o dificultan los propósitos de quienes no tendrían dificultades significativas para alcanzarlos. Por eso, "pero qué bonita eres" estimula y empuja, aun cuando las situaciones se ponen cuesta arriba. Es el caso, entonces, de las profecías "autocumplidas" o "autorrealizadas", cuyo origen se remonta a un mito de la Antigüedad clásica, por el que un escultor, Pigmalión, acabó perdidamente enamorado de una de sus obras, Galatea, a la que trataba como si estuviera viva y acabó convirtiéndose en mujer, con ayuda de Afrodita, dado el gran amor que sentía el escultor.

En cuestiones escolares, ese efecto es particularmente significativo porque, si se expresan dudas sobre los posibles logros o rendimientos de un alumno o de un grupo, tal presunción puede condicionar no solo la implicación o las disposiciones de quienes han de aprender, sino el propio ejercicio o las prácticas de los que enseñan. Los estímulos, adecuadamente aplicados, la confianza, reiteradamente expresada, predicen efectos satisfactorios y, por ello, deben considerarse como importantes recursos de motivación. Sin que tal estimulación deba confundirse con esa otra cosa, bien distinta, de regalar el oído, incluso de adular, porque entonces prima el interés instrumental. Y la profecía se aplica al beneficio que pueda resultar de las alabanzas desmedidas y de la complacencia sin causa real.

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