La ciudad y los días
Carlos Colón
Nacimientos y ayatolás laicistas
No es ninguna novedad que los columnistas y tertulianos solemos opinar del tema del día aunque no tengamos ni puñetera idea. Y más que opinar, pontificar. En el caso del apagón ha sido –está siendo- abrumadora la unanimidad: unanimidad en tocar el tema y unanimidad en no tener ni puta idea. Eso sí, siempre hay dos corrientes (nótese lo adecuado de la palabra) enfrentadas. En este caso, una atribuye la culpa de todo a las renovables, es decir, a Pedro Sánchez; si sumamos los votos del PP y de Vox, es la opinión mayoritaria.
La otra corriente (alterna) achaca todo a la falta de inversión de las grandes empresas energéticas, es decir a los jefes de Feijóo. Lo que más llama la atención es que los argumentos que usan ambas “secciones” de opinantes son exactamente los mismos, se trate de un concejal de Los Bérchules, una consejera de Castilla La Mancha, un periodista de Zamora o un articulista independiente (¿?) de Palafrugell.
Parece como si los argumentarios que se envían a todos los cargos políticos, se los enviaran también de madrugada a los periodistas como, en tiempos de Franco, mandaba el Gobernador Civil el texto exacto de las noticias que tenía que publicar el periódico.
No parece presentable opinar hasta tener los millones de datos que hay que barajar para llegar a una conclusión. Lo único que tenemos claro es que el fondo de todo este debate, tan prematuro e indocumentado, es económico: quién pagará los desperfectos, las reclamaciones que seguirán. Y que bloquearán los juzgados. Nosotros, desde luego, no alcanzaremos a conocer el veredicto final, que es seguro que tardará mucho más que lo de El Algarrobico.
Algunos ya han calculado que las pérdidas serán equivalentes al 0,1 % del PIB, es decir 1.700 millones de euros. Ignoramos las ecuaciones que han empleado para ese cálculo. Otros dicen que podría ser el triple y otros que “apenas” cuatrocientos. Quedan por calcular los daños y pérdidas personales de cada criatura humana, desde los bloqueados en un ascensor hasta los que se quedaron sin carga en el móvil.
Tampoco se imputan los beneficios: el descubrimiento de la vida sin internet, la contemplación del cielo estrellado, las ventas extras en terrazas, supermercados, bazares, fabricantes de papel higiénico (se ve que había muchas diarreas)… y otros intangibles como la recuperación de la libido. Como dice nuestro amigo el profesor Durán: ¡Qué bonito es el amor!
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