Un relato woke de la extrema izquierda
Un bonito día
En esta vida que vivimos, llena de obligaciones y prisa, es muy agradable poder disfrutar de los frutos del trabajo previo. Esta reflexión surge de un día de excursión con mis alumnos. Desde que empezamos en septiembre, han volado las semanas, llenas de normativas, listados, libros y alumnos, recreos, clases y exámenes. Y es ahora a mitad de trimestre, cuando surge la posibilidad de parar un poco y ver con perspectiva, la deriva que llevamos. Después de dos meses, la maquinaria ha vuelto a rodar, y ya, todos asumimos sin complicación, que el trabajo duro es necesario, para que los resultados sean buenos. En este ámbito, también se incluyen los modales. Parece que, en estos momentos, la educación y el respeto están relegados a un segundo plano, pero desde mi modesto punto de vista, son la base de todo en esta vida, y también del aprendizaje de las generaciones más jóvenes.
En ciertos ambientes juveniles, se normalizan modos de hablar y actuar, que distan mucho de lo correcto, pero ellos, lo tienen tan asimilado, que no le dan importancia y no ven el problema. Puede que, en sus casas, no lo hagan, pero al encontrarse entre sus iguales, la situación cambia mucho. No es que suceda con todos los adolescentes, gracias a Dios, pero sí con un elevado número de ellos. Y es aquí donde familia y profesorado debe ir a la par. Es necesario saber distinguir cuáles son los interlocutores en una conversación porque, no te expresas de igual modo en una pachanga deportiva, que en el despacho de tu jefe y eso ellos también deben aprenderlo. Es difícil en algunos casos, pero la constancia y el ejemplo, son la base de buen método que da por lo general, resultados muy positivos.
Los momentos de mayor libertad y convivencia con sus compañeros, son el recreo y las excursiones, y es ahí, donde afloran estas realidades. Y supone una alegría, comprobar, que después de unas cuantas llamadas de atención y con el paso de los días, el respeto se respira. Es una actitud general en la vida, entre ellos, con los monitores, los profesores… Y hace que la convivencia sea mucho más rica, que se descubran valores que antes pasaban desapercibidos y que se disfrute de una excursión. Son estos momentos, en los que el compañerismo, las ganas de disfrutar y el buen ambiente, consiguen hacer de un conjunto de adolescentes un verdadero grupo. Donde se entiende que unos son amigos, otros compañeros, otros profesores, pero se respetan y comprenden en sus distintas realidades.
De este modo se inician los modelos de comportamiento que les ayudarán en los distintos momentos de su vida. La capacidad de relacionarnos desde el respeto es la base de una convivencia sana y fructífera.
También te puede interesar
En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
La ciudad y los días
Carlos Colón
Lo único importante es usted
Ciavieja
Las pensiones vuelven a subir