En tránsito
Eduardo Jordá
Mon petit amour
Lo de Luis Rubiales a veces se acerca al ya desaparecido programa de televisión ‘Sálvame’. Quien fuera de nuestro país vea lo último ocurrido se llevaría la manos a la cabeza. Sobre todo, viendo a una madre, de un presidente de la Real Federación Española de Fútbol, metida en una Iglesia anunciando una huelga de hambre por su “pobre” hijo. Cuando lo leí no daba crédito. Pero es que Motril (Granada), pueblo donde prácticamente se crió, se está convirtiendo en un lugar de llantos y sobresaltos actuados por los familiares de este señor. Por más que lo veo es un ridículo bochornoso lo de ver a la prima de Rubiales recriminando la actitud de Jenni Hermoso. Es que a quien le cuentes la situación se queda ojiplatico. El problema de este caso viene desde mucho antes de que las chicas fuesen campeonas del mundo. El personaje en sí, Rubiales, ha generado diversos escándalos y siempre ha estado en la boca del lobo, de ahí que a muchos no les sorprendiera su actitud en la final. Un personaje chulesco que ya lo demostró en su discurso en la Ciudad Deportiva de las Rozas en la que dijo varias veces que no iba a dimitir. Claro que le recriminamos algo a este señor en un país que nadie deja su puesto pase lo que pase. En otros lugares, ministros
y otros cargos dimiten por alguna juerga privada y aquí ya no sé qué tiene que pasar para que uno deje su puesto. Porque de la misma forma podemos pedirle a Irene Montero que dimita por la chapuza de ley del ‘Solo si es si’. Todo viene de una base, este país debe aprender que cuando uno asume responsabilidades debe dar ejemplo a la sociedad y hacer sus funciones lo mejor posible. No es normal ver a un señor tocarse el paquete (un tío que representa el fútbol español) o coger a una futbolista y pegarle un beso en los morros. No hay excusas de ninguna forma. No sé a dónde llegará este culebrón, ahora vemos entrenadores criticando a su presidente cuando lo aplaudían. En fin, un caso que parece el final de un capítulo de la famosa serie ‘La casa de papel’, cada cual a qué situación más rocambolesca.
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