Una raya en el mar

El centro sin salas de cine

Se diría que para el Ayuntamiento de Almería la cultura es una perra de lujo a la que todo se le vuelven pulgas

Del primer “Cinematógrafo Iris” en los Jardinillos del Paseo del Principe, actual Paseo de Almería, hasta hoy han pasado casi 120 años. Aquel cinematógrafo era un jardín con valla, sillas de anea y puerta central con pérgolas sujetas por garras de león, olor a jazmín y una pantalla blanquísima sobre la que se proyectaban cintas de las corridas de toros de nuestra ciudad, filmadas por el primer director de cine almeriense, Victoriano Lucas. Luego llegaron las vetustas salas llenas de vida de mediados del siglo pasado, que nada tienen que ver con las actuales de los centros comerciales, cuando se descorría el telón y aparecía con mayestática parsimonia la enorme pantalla que era una epifanía cinematográfica, una zarza en nuestro ánimo que ardía sin consumirse. Sí, aquellas salas de cine en el corazón de la ciudad tenían el regusto de espacios y lugares adaptados al celuloide. Hoy el letargo cultural de la ciudad ha dado lugar a que los cines estén en la trastienda de la ciudad.

Almería tienes dos historias silenciadas sobre sus salas cinematográficas. De la primera, sus nombres eran evocadores con títulos clásicos como Hesperia, Diana, Imperial, Triunfo, Trianón, Concordia... hasta que los avatares y la especulación urbanística hincó la pica, transgredió las leyes del suelo y las de la estética urbanística e hicieron desaparecer, poco a poco, las catorce reliquias cinematográficas que llegó a tener el corazón de Almería. De la prehistoria de aquellos cines quedan bastantes recuerdos escritos y una docena de leyendas que se resisten a morir.

De la segunda, el momento actual eclipsado por el primero, nos queda una incierta y secreta historia nacida y crecida a causa de la pésima gestión del Ayuntamiento que han dejado a la ciudad ayuna, al albur de la desolación cultural, la dejadez y la falta de imaginación para la creación de, al menos, un espacio cinematográfico que el centro de Almería merece, digno de una ciudad con proyección de futuro. Y podía haberlo resuelto si en ese feo edificio de Correos, en vez de miopía por construir un anacrónico “Smart Green Cube”, que no forma parte del alma cultural del centro histórico, fuese un espacio para la cultura cinematográfica donde dar cabida al FICAL, la Casa del Cine y la subsede de la Filmoteca de Andalucía que se traigan, por así decir, el público puesto. Pero no, se diría que para el Ayuntamiento de Almería la cultura es una perra de lujo a la que todo se le vuelven pulgas.

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