La Chanca como frontera

27 de mayo 2025 - 03:08

Dicen que la californiana Patty Jenkins salvó el mundo desde Almería y luego, tras destruir el Cerro de San Cristóbal en su película “Wonder Woman 1984”, caminó por las calles de La Chanca con un jean, suéter, camisa y unas zapatillas Nike como las de Chris Pine, superó la barrera psicológica que los almerienses le ponen a este bario y exploró las marcas califales que Abd el-Rahman III dejó a mediados del siglo X, se adentró Chanca arriba y conversó con sus gentes, que aún caminan en vano por sus calles de sed.

Y dicen que, con la mirada de cineasta creadora de sueños, iba registrando en un pequeño bloc desde la Almedina a la Chanca notas secretas de la esencia del barrio y de sus gentes, capaces de entender sin culparlo que un Dios más grande que la vida pueda decidir la muerte de un hijo por algún motivo que Él sabrá. Será por eso la gente de este barrio no conoce la desesperación y, si la roza, siempre hay alguien al lado para aliviar la carga.

Hay gentes del barrio que“conservan los afectos como eran y los recuerdos como serán y atan los unos a los otros en una misma ley de permanencia” y hay gente como Jose Campoy o Blas Fuertes que te cuentan del barrio historias de resiliencia una vez al mes en visitas guiadas, sin el artificio de la ayuda municipal, abren la frontera del barrio a la ciudad y te invitan a sumergirte en un tiempo sin tiempo hasta el Cerro de las Mellizas para conocer cómo las piedras amarillentas de las Canteras Califales forjaron los sillares de los edificios más significativos de la ciudad.

Cuando Nonio Parejo en 2009 filmó en La Chanca la película documental “El Regreso”, con el apoyo del Área de Cultura de la Diputación, Goytisolo regresó para su rodaje y mientras pateábamos el barrio me confesó que “ni el despegue económico había destruido el paisaje identitario del barrio”. Lo comprobó en los bares de toda la vida entre la clientela fiel y rumorosa; vio a la gente en las plazas y calles conversar en corrillos, abuelos esperando el sol y gente en trajín perpetuo, como empujados por la brisa suave buscando algún destino, si lo hubiere.

A la Torre del Homenaje se asomó Patty Jenkins a contemplar desde arriba la linea fina del horizonte que, si no fuera por la curvatura de la tierra, se podría ver la costa de África.

Debe ser fácil para una directora de cine como Patty Jenkins o un escritor como Goytisolo armar el destino en una película o un libro y transformarlo en sueño, pero para las gentes de este barrio el destino no existe porque el olvido se lo comió todo.

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